Pensamientos y meditaciones( Khalil Gibran)


COMUNIÓN DE ESPÍRITUS

¡Despierta, amor, despierta!, que mi espíritu te saluda desde el otro lado del mar y te ofrece sus alas porencima de las olas furiosas.

Despierta, que el silencio suspendió el estruendo de las pezuñas de los caballos y de las pisadas decaminantes. El sueño abrazó los espíritus de los hombres, pero yo, sólo yo, permanezco los
despierto: el deseome redime del sueño que todo lo envuelve.

El amor acerca a ti, pero, entonces, me aleja la ansiedad. Amor mío, abandoné mi lecho atemorizado porel fantasma del olvido que se esconde entre las mantas.

¡Dejé de lado mi libro porque mis visiones acallaban las palabras y volvían blancas las páginas, para misojos! Despierta. Despierta, amor mío y escúchame.

¡Te oigo, amor! Oigo tu llamado del otro lado del mar y siento el dulce contacto de tus alas. Abandoné
mi cama y caminé por el pasto, y el rocío de la noche mojó mis pies y el borde de mi vestido. Aquí estoy, bajo las flores del almendro, escuchando el llamado de tu espíritu.

Háblame, amor, y deja que tu hálito cabalgue sobre la brisa que me llega de los valles del Líbano. Habla,sólo yo escucho; la noche retiene en sus alcobas a todos lós demás.

Amor mío, el cielo tejió un velo de luz de luna y lo desplegó sobre el Líbano.
Con las sombras de la noche el cielo formó un grueso telón, forrado con el humo de los talleres y el soplo de la Muerte y lo colocó, amor mío, sobre la ciudad.

Los aldeanos se han dormido en sus chozas, rodeadas de sauces y nogales, sus espíritus, mi amor, yapartieron para la tierra de los sueños.

Los hombres se inclinan bajo el peso del oro y el empinado de hierba afloja sus rodillas. La inquietud y el aburrimiento oprime sus ojos, y los fantasmas del Miedo y la Desesperación los llevan a refugiarse en sus camas.

Los fantasmas de edades pasadas caminan por los valles y los espíritus de reyes y profetas rondanpor montes y colinas. Mis visiones, guiadas por la memoria, me muestran el poder de los caldeos, el esplendor de los asirios y la nobleza de los árabes.

Por las siniestras callejuelas pasan los espíritus torvos de los ladrones; en las grietas de los muros
aparecen las víboras de la lujuria, y el escalofrío de la enfermedad, mezclado con la agonía de la
Muerte, se estremece por las calles. La memoria arrancó el velo del olvido de mis ojos y me muestran las abominaciones de Sodoma y los pecados de Gomorra.

Amor mío, las ramas se ,inclinan y su crujido se une al murmullo del arroyo en el valle, repitiendo
para nuestros oídos los cánticos de Salomón, las melodías del arpa de David y los cantos de Ishak al-Mausili.

Tiemblan las almas de los niños hambrientos en sus casas; la visión de las madres acunando lechos de miseria y desesperación ya llegó al cielo. Sueños de ansiedad afligen los corazones de los
enfermizos.
Oigo sus amargos lamentos. La fragancia de las flores se mezcló con el punzante hálito de
los cedros. Transportada ponla brisa juguetona por encima de las colinas, llena el alma con afecto e inspira ansias, de volar.

Pero también surgen las miasmas enfermas de los pantanos y, como agudas flechas secretas,
penetran los sentidos y emponzoñan el aire.
Amor mío, ya llegó la mañana y los dulces dedos de la vigilia acarician los ojos de los soñadores.
Los rayos de luz llaman a abrir las persianas y descubrir la determinación y gloria de la vida. Las
aldeas, que se recuestan, pacíficas y tranquilas, sobre las espaldas del valle, despiertan de su sueño; las campanas de las iglesias llenan el aire con sus placenteros llamados a la plegaria matutina.
Y desde las cuevas el repiqueteo se repite en eco, como si toda la Naturaleza se uniera en plegaria reverente.
Los terneros ya abandonaron sus establos y las ovejas y las cabras sus cobertizos, para pacer en la hierba resplandeciente por el rocío.

Los pastores les preceden, tocando su caramillo, y detrás van las
doncellas, cantando como pájaros que saludan el nuevo día.
Y ahora la pesada mano del día se ha asentado sobre la ciudad. Ya se han corrido las cortinas de las ventanas,y las puertas están abiertas. En los talleres asoman los ojos fatigados y los rostros
ojerosos de los trabajadores.
Sienten que la muerte se inmiscuye en sus vidas, y en sus semblantes arrugados
aparecen el Temor y la Desesperación. Almas anhelantes y apuradas congestionan las calles, y por
todas partes se oye el repiqueteo del hierro, el rechinar de las ruedas y el silbido del vapor. La ciudad se ha vuelto un campo de batalla, en el que el fuerte domina al débil y el rico explota y tiraniza al pobre.

Qué hermosa es la vida, amor mío; es como el corazón del poeta, lleno de luz y ternura.
"Y qué cruel es la vida, amor mío; es como el corazón de un criminal, palpitante de vicio y temor.

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