Concebir, gestar y parir ¡Es belleza!


Es tan hermoso, tan bello!!!
Nunca vi nada más tierno
que la afluencia de un hijo,
como un río que desciende
desde las altas montañas
hasta ese dulce estuario,
destino bravío y cálido,
allá donde los haya.

Nada te remueve tanto.
Todo parece distinto
cuando sientes que ya llega.
La vida reclama su sitio,
no hay tiempo para la espera.

El dolor se queda a un lado,
te desgaja en lo más íntimo,
abre caminos de vida,
desgarrando hasta el delirio.

La contracción que  no cesa,
desbarata, hiende, rompe…
lacera y sesga,
fragmentando las barreras,
del músculo que se tensa.

Sientes que la vida empuja,
nada puede detenerla,
sientes el llanto por dentro
cuando el llanto escuchas fuera.
Recuperas el aliento,
tus ojos son dos estrellas,
sonrisas iluminadas,
de felicidad completa
por un instante, por un momento,
en el que se para el tiempo
y la imagen, grabada a fuego… se queda.

¡Dios! Yo no sé si existes,
pero el milagro no cesa
cuando sientes  en tu pecho
a esa personita tierna,
¡tan minúscula! ¡tan  inmensa!
buscando en ti su alimento,
su cobijo, su ladera,
dónde descansar sus miedos,
en esta senda que empieza.

Nunca vi nada más tierno,
ni más dulce, ni más bello,
que la mirada de un hijo
cuando te ha latido dentro
y sientes…. que te está naciendo.







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