¡Ay niño! ¡Tus labios!

Me queman tus ojos negros,
tus negros ojos de leña.
Me está quemando tu boca
¡tu boca de roja escuela!

Me quema tu voz y tus labios.
Tus labios que aún no me besan,
que se me acercan despacio
en un susurro que espera…

¡Ay niño si yo pudiera!
solo una vez ¡si pudiera!
besar esos labios tuyos
¡que hasta en el alma me queman!

Si yo pudiera besarte.
Ser la piel donde navegas,
la tormenta de tu carne
¡el refugio de tus venas!

Ser el templo donde rezas
la cruz donde te flagelas,
ese insomnio que desvela
todas tus noches negras.

¡Ay niño si yo pudiera!
solo una vez ¡si pudiera!
Te mordería despacio
igual que a una fruta fresca
y saciaría en tus labios
esta sed que me subleva.

¡Ay niño! ¡Si tú supieras!
que por ti voy suspirando
¡ay! solo una vez si pudiera
¡quisiera arder en tus labios!


El beso...

En ese instante mágico de un beso
en que te acercas temblando a mi boca
queriendo beber el agua fresca
que de mis labios sin querer brota.

En ese instante mágico preciso
en que mi alma y tu alma se rozan
y dos corazones mueren al únisono
y la pasión les consume y les desborda.

En ese instante en que dos lenguas de fuego
en un mismo instante se tocan
y bailan al compás de un mismo anhelo
y el deseo, deseo provoca.

En ese instante mágico sucede
que tú un beso pones en mi boca
y yo toco las estrellas con los dedos
y tu alma sin querer la luna roza.



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