Manos de otoño...

Un cielo blanco y rojizo,
miraba callado tus manos de otoño
y los árboles mecían los nidos,
sobre las veredas de un camino ronco.

Recuerdo el temblor de las hojas
inertes y yermas, jugando en tu rostro.
Recuerdo que allí fuiste mío,
tendido en la hierba, con fuego en los ojos.

Las piedras cubiertas de hiedra
mordían mi carne fundida en tu torso
y el viento, describía en mis venas
la sangre desnuda, la piel y el asombro.

La tarde, se nos hizo cómplice,
se nos hizo boca sobre los madroños,
la vida se nos hizo carne
se nos hizo labio, pasión y sonrojo.

Recuerdo que gemí tu nombre
y dibujé con besos la piel de tu hombro.
Recuerdo que mi vientre herido
se acunó en tu cuerpo ¡tu cuerpo de otoño!

Recuerdo que robé el aroma
y me guardé la esencia de tu hermoso rostro
y ahora… ahora respiro… respiro las horas,
cuando tú me habitas y somos tan solo...
¡dos hermosos locos!


Ángela C Aranda C
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