Un beso en la barandilla...

No puedo quedarme en tierra
sin tomar champaña contigo
en ese barco que te aleja
de mis besos y mi destino.

Tengo que sobornar al capitán
para acompañarte a cubierta
y asomarme una vez más
a tus ojos y tu belleza.

Es tan larga esa travesía
que te aleja por momentos
pero sabes vida mía
que quedas en mis pensamientos.
Beberemos dulcemente 
hasta que la sirena suene
y la sangre me golpee
de emoción sobre las sienes.

Un beso en la barandilla
será nuestra despedida
cuando regrese a Sevilla
sintiendo mi alma perdida.

Pero la suerte está echada
y no vuelvo padeciendo
pues ya vi en tu mirada
lo que tu me estás queriendo.

Ángel Reyes Burgos

Hay besos perfumados, besos tibios...

Hay besos silenciosos, besos nobles,
hay besos enigmáticos, sinceros,
hay besos que se dan solo las almas,
hay besos por prohibidos, verdaderos.

Hay besos que calcinan y que hieren,
hay besos que arrebatan los sentidos,
hay besos misteriosos que han dejado
mil sueños errantes y perdidos.

Hay besos problemáticos que encierran
una clave que nadie a descifrado,
hay besos que engendran la tragedia
cuantas rosas en broche han deshojado.

Hay besos perfumados, besos tibios
que palpitan en íntimos anhelos,
hay besos que en los labios dejan huellas
como un campo de sol entre dos hielos.

Hay besos que parecen azucenas
por sublimes, ingenuos y por puros,
hay besos traicioneros y cobardes,
hay besos maldecidos y perjuro.

Judas besa a Jesús y deja impresa
en su rostro de Dios, la felonía,
mientras la Magdalena con sus besos
fortifica piadosa su agonía.

Hay besos que pronuncian por si solos
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada
hay besos que se dan con la memoria.
Desde entonces en los besos palpita
el amor, la traición y los dolores,
en las bodas humanas se parecen
a la brisa que juega con las flores.

Hay besos que producen desvarío
de amorosa pasión ardiente y loca,
tu los conoces bien, son besos míos
inventados por mí, para tu boca.

Besos de llama que en rastro impreso
llevan los surcos de un amor vedado,
besos de tempestad, salvajes besos
que solo nuestros labios han probado.

¿Te acuerdas del primero...? indefinible;
cubrió tu faz de cárdenos sonrojos
y en los espasmos de emoción terrible,
llenáronse de lagrimas tus ojos.

¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso
te vi celoso imaginando agravios?
te suspendí en mis brazos... vibro un beso,
y ¿que viste después...? Sangre en mis labios.

Yo te enseñe a besar: los besos fríos
son de impasible corazón de roca,
yo te enseñe a besar con besos míos
inventados por mí, para tu boca.




Gabriela Mistral





































Desolación, considerada su primera obra maestra, apareció en Nueva York en 1922 publicada por el Instituto de Las Españas, a iniciativa de su director Federico de Onís. La mayoría de los poemas que forman este libro los había escrito diez años atrás mientras residía en la localidad de Coquimbito. Para saber más pulse aquí.
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