La mafia no perdona...


La venganzas de la mafia no tienen fecha de caducidad, cuando Rosario mató a su marido Pascual, se había sentenciado a muerte ella misma y no importaba el tiempo que pasara fuera de España, tendría a su regreso la oportunidad que esperaba su familia.

Ellos no necesitaban pruebas para condenarla…

Cuando ingresó en el modulo de preventivos del centro penitenciario Sevilla 2 a espera de juicio, Rosario estaba en el punto de mira de una reclusa que esperaba para ser juzgada por asesinato en el mismo modulo.

Mientras desayunaba en el comedor, un vigilante entró en su celda y puso bajo su almohada un punzón con una nota…ya sabes lo que tienes que hacer…

En el patio, Rosario estaba sentada sola en el extremo de los asientos de una tribuna que miraba a una estatua de la libertad a escala, construida con la ayuda de los reclusos, la rompe huesos como así le apodaban las demás reclusas por su fortaleza, se sentó detrás de ella, dos reclusas se situaron frente a Rosario para distraer su atención y cubrir la atención de lo que iba a suceder…con una mano sujeto fuertemente la cabeza de Rosario y con la otra le clavó el punzón hasta el mango en la nuca, murió al instante.

Las tres se fueron y hasta los cinco minutos no sonó un silbato de alarma de uno de los celadores que corría hacia donde se encontraba una mujer sentada sangrando.

Nadie vio nada, nadie sabía nada…

Al ver la noticia en televisión, Lucrecia con lágrimas en los ojos dijo…

Nuestro pasado corre más que nuestro futuro…adiós mi niña…

Se había quedado sola y nadie estaría hoy con ella para tomar el té, pensó en las consecuencias si dieran con las cintas de vídeos que había en casa de sus amigas y  se dirigió a la finca y al llegar a la verja unos agentes de servicio le dieron el alto.

Por orden del juez, está totalmente prohibido el acceso a esta propiedad.

Agentes, tengo que recoger efectos personales, son regalos de mis amigas que están muertas y a nadie le puede interesar excepto a mí.

Lo siento Lucrecia, pero solo con una orden del juez puede usted entrar.

Lucrecia dio un giro brusco con su vehículo y se lanzó a la carrera  quemando neumáticos, los agentes se miraron…no quisiera estar en su pellejo…

Al convento llagaba una ranchera descubierta que recogía la fruta que se cultivaba, unas cajas con peras se alineaban en el lateral del camino donde unas monjas recogían sus frutos  para llenar las cajas, el chófer se bajó a subir las primeras a la camioneta, miró a una novicia que levantaba el rostro después de haber depositado unas piezas y un campanillazo sonó en su cabeza…se fue al auto y abrió la guantera para ver un cartel de se busca, tenía una recompensa de 50.000 euros y el hombre dejó lo que estaba haciendo y dando media vuelta salió a toda velocidad hacia la jefatura central de la policía…De mi novela Las damas y el te de las cinco. Para seguir leyendo pulse aquí.

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