Carnicería en la aldea...

Antes de que amaneciera, conocedor de las intenciones de los aldeanos, el hombre tomó a sus bestias para poner rumbo a la aldea que se encontraba desprotegida, allí solo había un hombre de guardia, siete mujeres y tres niños, todos se habían congregado en dos chozas contiguas para minimizar en lo posible el peligro si los hombres no tenían éxito en su empresa. Sin carga y más ligeros que los aldeanos, en doce hora estaban a la entrada de la aldea, era las 18.00 hora y ya estaba oscureciendo, se apostaron a las afuera a esperar que todos estuvieran durmiendo.

El hombre que vigilaba fuera de las chozas, intentaba quitarse el frío a base de orujo, la fuerte bebida pudo con él y se quedó profundamente dormido…es lo que esperaba ese bestia para ir hasta donde estaba y descargar su maza con tanta violencia que le aplastó el cráneo dejando parte de los sesos al descubierto, el vigía ni se enteró…
Entró en la choza más cercana con su perra favorita y ese engendro que tenían por hijo, al andar caminaba erguido y tenía ya la altura de su padre, solo cuando corría lo hacía a cuatro patas.

Al macho lo envío a la otra choza con la hembra joven, tan sanguinaria como su padre y sus hermanos…los gritos de las mujeres y los niños siendo mordidos y golpeados solo me podían hacer recordar al infierno de Dante. Los perros no mataban inmediatamente, se limitaban a morder y desmembrar para que murieran desangrados y aterrados por el dolor, las mujeres fueron las que sufrieron más por ser más consciente de lo que le estaba sucediendo y morían con el terror dibujado en sus rostros.

No se comieron a sus víctimas, el hombre no se lo permitió, quería dejarles un claro mensaje a los aldeanos si conseguía regresar alguno, porque sus intenciones eran las de acabar con todos.

A la mañana siguiente en las cercanías de la cueva, Lucrecia seguía teniendo ese mal presagio sin saber aún lo que había sucedido en la aldea, preparó al grupo y se fueron directamente a la entrada de la cueva, era muy peligroso entrar y prendieron fuego a la zarza espinoso y cubierta de resina que ardía con facilidad, producía mucho humo por la humedad, todos se apostaron con las armas que tenían delante de las llamas esperando que el humo los hiciese salir, las llamas se consumieron, el humo se disipó y de la cueva no salió nadie, esperaron tres horas mas con los rostros contrariados hasta que Lucrecia se atrevió a entrar con muchas precauciones, pero esas precauciones eran innecesarias por que la cueva estaba totalmente vacía…

Lo más peligroso para el grupo era quedarse en ese sitio a esperar a que volvieran y Lucrecia propuso ir a la otra cueva y dejar a dos hombres apostados a lo lejos para avisar al grupo si esos asesinos regresaban, en cualquier caso, los hombres tenían que regresar al grupo al anochecer…Un búho entró en la cueva con una ardilla enganchada en sus garras, estaban a una hora de la media noche y el presagio de Lucrecia se materializó en ese búho, veía en sus grandes ojos, dos hombres gritando de terror mientras eran devorados por unos perros, supo que jamás los vería con vida…de mi novela, Venganza salvaje que pueden leer entera aquí.

Vanesa, la dama de azul....

Vanesa solo se casó una vez con un naviero de cincuenta y seis años, Pancho, de origen mexicano y afincado en Sevilla, más feo que pegarle a un padre y con las redondeces exageradas de estar comiendo todo el día burritos y tomando cerveza.
Era un buen tipo, empezó de la nada construyendo pequeños botes con sus propias manos, una vida de plena dedicación a su trabajo le hizo aumentar el tamaño de sus barcos  y se trasladó a la bahía de Cádiz donde construyó su propio astillero.
El nunca pensó en el matrimonio, tenía suficiente con las visitas continuas a los prostíbulos de los que era un ciudadano V.I.P.

En los primeros escarceos amorosos con Vanesa, ella tuvo que contener más de una vez las ganas de vomitar cuando la besaba, por dentro intentaba convencerse que ese sacrificio merecía la pena y aguantaba el tipo como podía. Pensaba que tenía que hacer de tripas corazón para llevar a ese primo hasta el altar…Leonora siempre le recordaba que ese era su objetivo principal…ese y despacharlo pronto al otro barrio…

Pancho dijo si quiero a los siete meses de conocer a Vanesa y se sentía el hombre más afortunado de la tierra, aunque su mujer le dijo siempre que era virgen y ella gritaba de dolor cuando Pancho intentaba emular a don quijote con su lanza en ristre…gritaba y paraba las embestidas de Pancho que desesperado, volvía a sus recorridos nocturnos para engrasar su lanza…

El naviero ya no trabajaba en sus barcos, pero si le gustaba inspeccionarlo como buen constructor que desea todo esté en perfectas condiciones. Visitaba en el dique seco la zona de babor de su ya casi terminado barco, un andamio colgante se desprendió cayendo al vacío y Pancho terminó viajando por el túnel de la luz mientras escuchaba estas son las mañanitas a los mariachis que había junto a San Pedro…Pancho parecía un burrito relleno de tomate esparcido por el suelo...

El diagnostico oficial fue, muerte por accidente. El cableado del cuadro eléctrico de un servo freno que mantenía el andamio sujeto, se había fundido por un corto circuito…
El jefe de electricista de su naviera recibiría su recompensa, aunque no duró lo suficiente para poderla cobrar, Lucrecia le encargó el trabajo a un Serbio muy discreto bien recomendado y se ahorró ciento sesenta mil euros, que por supuesto iban a las arcas de Lucrecia que era como una caja registradora…

Vanesa reclamó su cuerpo y se lo trajo a su casa de Sevilla, algunas manipulaciones
no del todo legales, le permitieron embalsamarlo y llevarlo al salón de trofeos de la mansión de Lucrecia…

En la comisaría central sevillana, en la unidad especial de homicidios, un agente tenia sobre su mesa tres nombres para investigar, Lucrecia, Beatriz y Vanesa, pronto añadiría dos nombres más a esa lista. 

El senador seguía con sus prismáticos y sus grabaciones, que con ayuda de un miembro del servicio secreto, se trasladaron al interior de la mansión de Lucrecia…pero había zonas inexpugnables de la casa, donde no pudieron acceder a colocar vigilancia.

La policía entrevistó a Don Tomás para averiguar algo de lo que podía saber de su anterior protegida Lucrecia, pero el senador se mantuvo firme en que no sabía nada y no volvieron a molestarle…el político millonario,  tenía sus propios planes…de mi novela Las damas y el té de las 5, para leer completa pulsa aquí.

Por la tarde iré a verte...

Cuando el crepúsculo puntual despierte,
iré por esos ámbitos a verte
con las locas pupilas de mis ansias.
Y mientras tanto, quiero que a ponerte
en tus labios de raras excitancias,
vayas, una sonrisa esplenderosa.

No les pongas pinturas ni fragancias,
ni pongas en tus labios otra cosa
que sólo tu sonrisa deliciosa.
Cuando la tarde se diluya inerte
despilfarrando estrellas en su muerte,
con el iris febril de mis antojos
iré, por ese cosmos, para verte.

Y mientras tanto, quiero que a tus ojos
no les pongas ninguna maquillada,
ni sombras negras ni postizos rojos,
sino exclusivamente tu mirada
que salga a tus sonrisas enredada.

Para leer más pulse aquí


No le pongas un moño a tu cabello
y deja que resbale por tu cuello
fantástico y oscuramente lacio,
insinuando ternuras su destello.insinuando
ternuras su destello.

Nada le pongas, porque yo despacio
le pondré mi caricia de artesano,
para dejar que escape en el espacio,
que escape tu cabello soberano
en medio de los dedos de mi mano.

Cuando la tarde en el poniente baje,
iré a buscarte en medio del celaje,
entre excitantes ilusiones preso.

No quiero que les pongas maquillaje
a tus mejillas rosas, pues para eso,
con el tersor de osito de peluche,
yo les pondré un altitonante beso
envuelto con deliquio en el estuche
de su chasquido, que hasta Dios lo escuche.
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