Música


Amanecía tu voz
tan perezosa, tan blanda,
como si el día anterior hubiera
llovido sobre tu alma...

Era, primero, un temblor
confuso del corazón,
una duda de poner
sobre los hielos del agua el pie
desnudo de la palabra.

Después, iba quedando la flor
de la emoción, enredada
a los hilos de la voz
con esos garfios de escarcha
que el sol
desfleca en cintillos de agua.



Y se apagaba y se iba
poniendo blanca,
hasta dejar traslucir,
como la luna del alba,
la luz tierna de la madrugada.

Y se apagaba y se iba,
¡ay! haciendo tan delgada
como la espuma de plata
de la playa,
como la espuma de plata
que deja ver, en la arena,
la forma de una pisada.


Jaime Torres Bodet





















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