Hay niños que se lavan la cara con arena
y se comen las lagrimas, mezcladas con limón,
hay niños con espinas dentro del corazón
que intentan ser felices con risas que dan pena.
Hijos tuyos y míos, viviendo en casa ajena,
entre cuatro paredes de plena confusión,
hijos que sin quererlo, son carne de cañón,
lejos de todo el lujo que mira y los condena.
Con los zapatos rotos afrontan su destino,
llevando todo el peso del vivir día a día,
con el hambre añadiendo, piedras en el camino.
Hay niños infelices, hijos de la agonía ,
con la voz apagada, lejos de todo trino;
son hijos de algún dios con el alma vacía.