Te amaré, Carmen diez Torio


Te amaré por los mil años que he perdido
aprendiendo a conjugar el verbo te amo.
Te amaré por las rosas que se fueron
deshojando sin querer entre mis manos.

Te amaré por este hoy que hice nuestro
por el tiempo que paso en buscarnos.
Te amaré amor más allá de palabras aprendidas
de sueños rotos o de silencios gastados.

Te amaré por el miedo de perderte
que me aferra sin querer entre tus brazos
Te amaré por los  nombres que dormidos
no volveran a decir mis labios.

Te amaré por las noches de errante
que no supe donde anclar mi barco.
Te amaré por el precio de la lágrima
que arrancó de mis ojos el desengaño.

Te amaré por los sueños que aún me quedan
por la vida que me grita estar despierta
por refugiarme en los pliegues de tu alma,
por la muerte que aguarda una llamada.

Te amaré por ese amor ceñido en purpura
que me hace renacer a cada instante.
Te amaré por la ausencia de dos olas
que soñando están morir en la misma playa.
Por la última caricia en la roca
porque existes, amor, te amaré
mucho más allá de la distancia.

No temas, no te asustes...

Si alguna tarde encuentras
mis ojos en penumbra,
perdidos tras la línea
de un horizonte azul,
no temas, no te asustes
no pienses que es tristeza,
es solo la costumbre
de soñar mirando al sur.

Si acaso tu me hallases
vestida de ternura,
temblando entre tus manos
desnuda a contraluz,
no temas, no te inquietes
no quiero que te asustes,
es solo la locura
de sentir tu plenitud.

Si alguna vez me encuentras
con fuego en la mirada,
buscándote con ansía,
con ávida inquietud,
¡no temas, no te asustes!
soy hembra apasionada
que late en los derrumbes
de un corazón sin luz.

Si acaso te marchases,
calla… no digas nada,
que prefiero tu silencio
a una daga de virtud,
más no temas, no te asustes,
si hallas frío en mis pestañas
y una lágrima de hielo
cubriese mi mirada azul.

Si alguna tarde encuentras
perdida entre tus recuerdos
una caja de caricias
en el fondo del baúl,
no temas, no te asustes,
son solos los momentos,
los instantes que vivimos,
marchitando en su ataúd.


Romperé silencios...Poeta del amor.

Háblame entre los rayos del sol,
que refresca sus rayos en plata.
Háblame desde tu corazón,
aunque no te queden palabras.

Son los ecos callados, perdidos,
los que llenan mi paz solitaria,
los que traen tus vocablos, sin ruido,
en silencios que adornan las aguas.

Este río, que corre, callado,
con el ritmo que marcan mareas,
es bolero ceñido al encanto
y al vaivén de mi alma serena.

Romperé los silencios del alma,
construyendo mis versos, sin gritos…
soñaré que el presente es mañana,
donde tú y yo seamos los mismos.

Háblame, que te espero en mi río,
donde el cielo recrea en sus aguas
la esperanza de verte conmigo
esta noche de luna entre sábanas.

Las gaviotas soñarán suspiros,
su cabeza escondida en el ala
y tus ojos buscarán los míos
permutando en besos las palabras.

Andrés Mª
Reservado todos los derechos de autor.


Canción de otoño en primavera...Rubén Darío


Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y de aflicción.

Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor.
Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor.

Yo era tímido como un niño.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé...

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

Y más consoladora y más
halagadora y expresiva,
la otra fue más sensitiva
cual no pensé encontrar jamás.

Pues a su continua ternura
una pasión violenta unía.
En un peplo de gasa pura
una bacante se envolvía...

En sus brazos tomó mi ensueño
y lo arrulló como a un bebé...
Y te mató, triste y pequeño,
falto de luz, falto de fe...

Juventud, divino tesoro,
¡te fuiste para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...
Otra juzgó que era mi boca
el estuche de su pasión;
y que me roería, loca,
con sus dientes el corazón.

Poniendo en un amor de exceso
la mira de su voluntad,
mientras eran abrazo y beso
síntesis de la eternidad.

Y de nuestra carne ligera
imaginar siempre un Edén,
sin pensar que la Primavera
y la carne acaban también...

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer.

¡Y las demás! En tantos climas,
en tantas tierras siempre son,
si no pretextos de mis rimas
fantasmas de mi corazón.

En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar!

Mas a pesar del tiempo terco,
mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris, me acerco
a los rosales del jardín...

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...
¡Mas es mía el Alba de oro!









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