La bendición de tener un amigo...

Bendita amistad sincera
que a mi me entrega la dama
la de cabellos de oro
y sin pliegues en su alma.

La bondad como bandera
honestidad es su estandarte
dichosa esta vida mia
que vivi para encontrarte.

No son muchos los amigos
que en el alma se atesora
son esas joyas preciosas
que en el corazón añoras.

Yo tuve esa suerte amigos
una suerte inmerecida
que con su gran corazón
me tendió su mano amiga.

Es privilegio de pocos
y para mi es un tesoro
ella es mi amiga Carmen
la del corazón de oro.

Por las calles del placer...

A veces yo te diría
todo aquello que yo pienso,
cuando me pierdo en caricias
por los valles de tu cuerpo.

Pero me surge el temor
de nublarte la mirada,
pues puede que tu rubor
tiña de rojo la almohada.

Me gustaría saber
todo lo que a ti te gusta
y así poder entender
los susurros que pronuncias.

Puedo hacerte enloquecer
con mi lengua o con mis dedos
y poderte sorprender
con el ansia de mi anhelo,
ya que me gusta beber
de la fuente del deseo.

Y si tú quieres saber
lo que más me gustaría,
deja tu boca correr
por la arboleda más íntima,
porque yo te llevaré,
abrazándome a tu cuerpo,
por las calles del placer
entre orgasmos y entre besos.

POETA DEL AMOR
Todos los derechos reservados.


Si vos hubieseis visto…


Padre
Si vos hubieseis visto…
si hubieseis presenciado,
la trémula caricia
del sol sobre el ocaso.
El fuego vivo ¡nítido!
de un cielo ardido y manso,
el horizonte herido
de paz, calma y remanso..

Si vos hubieseis visto
su rostro enamorado,
el fulgor de su mirada
¡el incendio de sus labios!
La exquisita melodía
del latido, desbocado,
mientras nacía la luna
en un rincón de nuestras manos.

No imagináis lo dulce,
lo tierno de su tacto.
El ciclo de la vida
estallando entre mis brazos.
El sempiterno anhelo
de colmar y ser colmado
y la desnudez del alma
respondiendo a este reclamo.
Si vos hubieseis visto,
si hubieseis escuchado
su voz rota y profunda,
con mi nombre entre sus labios…
Si vos hubieseis visto…
¡si pudieseis contemplarlo!
entenderíais entonces
¡por qué lo estoy amando!

Padre
No me pidáis silencio,
no me exijáis respeto,
no ultrajéis vuestra promesa
¡que no se la lleve el viento!
que puedo vivir sin nombre,
sin piel, sin alma ¡sin cuerpo!
más ya no podría existir
¡sin sentir lo que ahora siento!

¡Padre!
¡Dejadme marchar ahora!
Dejad que se alce mi vuelo.
Que sea nido y gaviota
y él mi dulce compañero.
Dejadme marchar ahora,
yo os lo pido ¡yo os lo ruego!
o matadme en esta hora
pues sin él… ¡ya estoy muriendo!





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