Romance satírico...

Pues me hacéis casamentero, 
Ángela de Mondragón, 
escuchad de vuestro esposo 
las grandezas y el valor. 

Él es un Médico honrado, 
por la gracia del Señor, 
que tiene muy buenas letras 
en el cambio y el bolsón. 

Quien os lo pintó cobarde 
no lo conoce, y mintió, 
que ha muerto más hombres vivos 
que mató el Cid Campeador. 

En entrando en una casa 
tiene tal reputación, 
que luego dicen los niños: 
«Dios perdone al que murió». 

Y con ser todos mortales 
los Médicos, pienso yo 
que son todos venïales, 
comparados al Dotor. 

Al caminante, en los pueblos 
se le pide información, 
temiéndole más que a la peste 
de si le conoce, o no. 

De Médicos semejantes 
hace el Rey nuestro Señor 
bombardas a sus castillos, 
mosquetes a su escuadrón. 

Si a alguno cura, y no muere, 
piensa que resucitó, 
y por milagro le ofrece 
la mortaja y el cordón. 

Si acaso estando en su casa 
oye dar algún clamor, 
tomando papel y tinta 
escribe: «Ante mí pasó». 

No se le ha muerto ninguno 
de los que cura hasta hoy, 
porque antes que se mueran 
los mata sin confesión. 
De envidia de los verdugos 
maldice al Corregidor, 
que sobre los ahorcados 
no le quiere dar pensión. 

Piensan que es la muerte algunos; 
otros, viendo su rigor, 
le llaman el día del juicio, 
pues es total perdición. 

No come por engordar, 
ni por el dulce sabor, 
sino por matar la hambre, 
que es matar su inclinación. 

Por matar mata las luces, 
y si no le alumbra el sol, 
como murciégalo vive 
a la sombra de un rincón. 

Su mula, aunque no está muerta, 
no penséis que se escapó, 
que está matada de suerte 
que le viene a ser peor. 

Él, que se ve tan famoso 
y en tan buena estimación, 
atento a vuestra belleza, 
se ha enamorado de vos. 

No pide le deis más dote 
de ver que matáis de amor, 
que en matando de algún modo 
para en uno sois los dos. 

Casaos con él, y jamás 
vïuda tendréis pasión, 
que nunca la misma muerte 
se oyó decir que murió. 

Si lo hacéis, a Dios le ruego 
que os gocéis con bendición; 
pero si no, que nos libre 
de conocer al Doctor.
















































Cuando Francisco de Quevedo volvió a Italia, con el Duque, éste le encargó dirigir y organizar la Hacienda del Virreinato en Nápoles, desempeñando otras misiones, algunas relacionadas con el espionaje a la República de Venecia, aunque no directamente como se ha creído hasta hace poco, y obtiene en recompensa el hábito de Santiago en 1618. Para saber mas pulse aqui.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger... Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...