Dejar un grito, nada más que un grito,
aquel del corazón cuando lo quema
metiéndose el solo, pues no hay sistema
que diga tanto. Dice el infinito
Del engaño, dice cómo el hito
cayó que nos marcaba la suprema
jornada de ilusión, dice la extrema
resignación a lo que estaba escrito.
¿Definiciones? Sí, buenas palabras
que aunque presumen ser abracadabras
no nos abren tesoro verdadero:
No se cura la vida con razones,
espacio, tiempo, lógica, sayones
sin compasión de todo cuanto espero.
Hecho teatro de mí propio vivo,
haciendo mi papel; rey del desierto;
en torno mío yace todo yerto
y yo, yerto también, su toque esquivo
En vez de hacer algo que valga, escribo;
al afirmarlo todo no estoy cierto
de cosa alguna y no descubro puerto
en que dé tierra al corazón altivo.
Me desentraño en lucha con el otro,
el que me creen, del que me creo potro
y en esa lucha estriba mi comedia:
Pasan los años sin traerme cura;
bien veo que es mi vida una locura
que sólo con la muerte se remedia.
Al acabar sus primeros estudios en el colegio de San Nicolás y a punto de entrar en el instituto, asistió como testigo al asedio de su ciudad durante la Tercera Guerra Carlista, lo que luego reflejará en su primera novela, Paz en la guerra...Para saber mas pulse aquí.