Ódiame o quiéreme. Poema Lorquiano

Bórrame de tus ojos
de tu fría madrugada,
de los hilos de tu sangre
de tu boca y de tu cama.

De las yemas de tus dedos
de tu luz y esperanza.

Déjame llorar tranquila
con mi dolor encerrada,
que tu amor es un enjambre
de aguijones que se clavan.

Que mis ojos son dos ascuas
y mis lágrimas espadas.
Que mi dolor ya se escucha
por encima de las casas
y mi lamento en el aire
hasta los niños lo cantan.

Deja que mi amor se hiele
turbio de horas pasadas,
que mi pecho sea granizo
y mi piel paloma helada.

Deja que el olvido envuelva
a mi alma desgarrada.
Ódiame, o quiéreme tanto...
que hasta la tierra se abra.

(© Derechos Reservados)

Venite, adoremu, Amado Nervo

Adoremos las carnes de marfiles,
adoremos los rostros de perfiles
arcaicos: aristócrata presea;
las frentes de oro pálido bañadas,
las manos de falanges prolongadas,
donde la sangre prócer azulea.

Venid, adoremos
el arcano Ideal, compañeros.

Adoremos los ojos dilatados,
cual piélago de sombras, impregnados
de claridades diáfanas y astrales,
los ojos que abrillanta el histerismo,
los ojos que en el día son abismo
los ojos que en la noche son fanales.
Adoremos las almas siempre hurañas,
las más silenciosas, las extrañas
que jamás en amores se difunden:
almas-urnas de inmensos desconsuelos,
qué intactas se remontan a los cielos,
o intactas en el cocito se hunden.

Venid, adoremos
el arcano Ideal, compañeros.

Oh poetas, excelsos amadores
del arcano Ideal, dominadores
de la forma rebelde: laboremos
por reconstruir los góticos altares,
y luego a sus penumbras tutelares
venid adoremos...



















El sonoro nombre de Amado Nervo, frecuentemente tomado por seudónimo, era en realidad el que le habían dado al nacer, tras la decisión de su padre de simplificar su verdadero apellido, Ruiz de Nervo. Él mismo bromeó alguna vez sobre la influencia en su éxito de un nombre tan adecuado a un poeta. Para saber más pulse aquí.
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