El niño guerrero...

Pobre sociedad que se empeña
en prolongar las miserias
vistiendo a sus tiernas almas
con los roles de la guerra...

Me hace a mi recordar
otras guerras que tenemos
donde niños de esta edad
con balas terminan sus sueños.

Yo recuerdo a mi edad
que soñaba con Pepito Grillo
esos cuentos de mi mamá
con quien crecí siendo niño...
Es posible que no sea
una imagen muy diferente
los arcos y las flechas
con que mataba la gente.

Pero estoy ya saturado
de niños y de metralletas
quiero ver a estos soldados
disfrutando de galletas...

Aunque solo sea un disfraz
no quiero seguir sufriendo
de ver a los pequeños con armas
que en las guerras están muriendo.









Demencia, soneto

Demencia...

Perdida y olvidada la esperanza
me quedo solamente con lo puesto,
si puedo, un día más echare el resto
para que no se incline la balanza.

Poca es la calderilla, y no me alcanza
para poder vivir con lo propuesto,
me pierdo en la razón y me molesto
pues este malestar sigue y avanza.

Aunque aparenta recia la paciencia
que frágil la salud del ser humano
cuando todo su entorno se silencia.

Todo grato fulgor de fuerte mano
se pierde, y aparece una demencia
que mata la razón tarde o temprano.

Ramon Bonachi

Ansiedad y desencanto, sonetos

Ansia de estar un día en un puente de mando,
recibir en el rostro el castigo del viento;
sin ninguna arribada, por siempre navegando,
sin dudas ni temores, cansancio o desaliento.

Y no saber siquiera, en qué forma, ni cuándo,
ha de concluir el viaje en milagro de cuento
ni cuándo retornar a éste mi lecho blando,
ni a la antigua ventana, ni al dorado aposento.

Acres de sal los labios, ruda racha en la frente,
perdido el horizonte, sin destino la nave,
sin nada que la guíe, sin nadie que la oriente,
mecida por las olas, columpiada en la cresta,
apenas sobre el mástil las alas de algún ave;
sólo el rumor del mar, y Dios como respuesta. 
 Ansia de estar un día en un puente de mando,
recibir en el rostro el castigo del viento;
sin ninguna arribada, por siempre navegando,
sin dudas ni temores, cansancio o desaliento.

Y no saber siquiera, en qué forma, ni cuándo,
ha de concluir el viaje en milagro de cuento.
 ni cuándo retornar a éste mi lecho blando,
ni a la antigua ventana, ni al dorado aposento.

Acres de sal los labios, ruda racha en la frente,
perdido el horizonte, sin destino la nave,
sin nada que la guíe, sin nadie que la oriente,
mecida por las olas, columpiada en la cresta,
apenas sobre el mástil las alas de algún ave;
sólo el rumor del mar, y Dios como respuesta
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