El celaje. Amado Nervo

¿Adónde fuiste, amor, adónde fuiste? 
Se extinguió del poniente el manso fuego, 
y tú que me decías hasta luego, 
volveré por la noche, no volviste.

¿En qué zarzas tu pie divino heriste? 
¿Qué muro cruel te ensordeció a mi ruego? 
¿Qué nieve supo congelar tu apego 
y a tu memoria hurtar mi imagen triste?

Amor, ya no vendrás, en vano, ansioso, 
de mi balcón atalayando vivo 
el campo verde y el confín brumoso,

y me finge un celaje fugitivo 
nave de luz en que al final reposo, 
va tu dulce fantasma pensativo.

Pequeño monumento, Octavio Paz

Fluye el tiempo inmortal y en su latido

sólo palpita estéril insistencia,
sorda avidez de nada, indiferencia,
pulso de arena, azogue sin sentido.

Resuelto al fin en fechas lo vivido
veo, ya edad, el sueño y la inocencia,
puñado de aridez en mi conciencia,
sílabas que disperso sin rüido.

Vuelvo el rostro: no soy sino la estela
de mí mismo, la ausencia que deserto,
el eco del silencio de mi grito.

Mirada que al mirarse se congela,
haz de reflejos, simulacro incierto:
al penetrar en mí me deshabito

Quiero llorar mi pena, Federico Garcia Lorca

Quiero llorar mi pena y te lo digo
para que tú me quieras
y me llores en un anochecer de ruiseñores,
con un puñal, con besos y contigo.

Quiero matar al único testigo
para el asesinato de mis flores
y convertir mi llanto y mis sudores
en eterno montón de duro trigo.

Que no se acabe nunca la madeja
del te quiero me quieres, siempre ardida
con decrépito sol y luna vieja.

Que lo que no me des y no te pida
será para la muerte, que no deja
ni sombra por la carne estremecida.

La vida sin ti


La luna me ofrece sus hilos de plata
y tejo una escalera para ir a buscarte,
me interno despacio en la nube más alta
para estar contigo y volver a amarte.
 
Contemplo tu cuerpo a la luz de un lucero
te arrullo en mis brazos sediento de amor,
tu frágil figura cual diosa venero…
mientras que me invade un profundo dolor.
 
Sorbiendo mis lágrimas te cubro de besos
anhelando un instante tu dulce mirada
y esos labios tuyos antes tan traviesos…
¡Hoy se encuentran yertos ya no dicen nada!
 
No quiero ni puedo aceptar tu partida
aunque esto forme parte de la realidad,
me postro de hinojos y te ofrendo mi vida
¡Para estar contigo hasta la eternidad!
 
No quiero quedarme sufriendo callado
mientras mi alma sangra por estar contigo,
Tu eres en mi ser lo que más he amado…
¡Y el vivir sin ti sería un cruel castigo!
 
                María B Núñez
             Huellas del camino


Pablo Neruda, Poema 6.

Te recuerdo como eras en el último otoño,
eras la boina gris y el corazón en calma,
en tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo
y las hojas caían en el agua de tu alma.

Apegada a mis brazos como una enredadera,
las hojas recogían tu voz lenta y en calma,
hoguera de estupor en que mi sed ardía,
dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.

Siento viajar tus ojos y es distante el otoño,
boina gris, voz de pájaro y corazón de casa,
hacia donde emigraban mis profundos anhelos,
y caían mis besos alegres como brasas.

Cielo desde un navío, campo desde los cerros,
tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma,
más allá de tus ojos ardían los crepúsculos,
hojas secas de otoño giraban en tu alma.

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