Dos sonetos del siglo de oro...


Soneto LXI, de Juan Boscán (1490-1542)

Dulce soñar y dulce congojarme,
cuando estaba soñando que soñaba;
dulce gozar con lo que me engañaba,
si un poco más durara el engañarme;

dulce no estar en mí, que figurarme
podía cuanto bien yo deseaba;
dulce placer, aunque me importunaba
que alguna vez llegaba a despertarme:

¡oh sueño, cuánto más leve y sabroso
me fueras si vinieras tan pesado
que asentaras en mí con más reposo!

Durmiendo, en fin, fui bienaventurado,
y es justo en la mentira ser dichoso
quien siempre en la verdad fue desdichado.
Soneto LXI, de Lope de Vega (1562-1635)

Ir y quedarse, y con quedar partirse,
partir sin alma, y ir con alma ajena,
oír la dulce voz de una sirena
y no poder del árbol desasirse;

arder como la vela y consumirse,
haciendo torres sobre tierna arena;
caer de un cielo, y ser demonio en pena,
y de serlo jamás arrepentirse;

hablar entre las mudas soledades,
pedir prestada sobre fe paciencia,
y lo que es temporal llamar eterno;

creer sospechas y negar verdades,
es lo que llaman en el mundo ausencia,
fuego en el alma, y en la vida infierno.





















El Siglo de Oro español fue un período de florecimiento del arte y la literatura en España, que coincidió con el auge político y posterior declive de la dinastía de los Austrias o Habsburgo españoles. El Siglo de Oro no supone fechas precisas y generalmente se considera que duró más de un siglo. Su inicio no sería antes de 1492, con el fin de la Reconquista, los viajes de Cristóbal Colón al Nuevo Mundo, y la publicación de la Gramática castellana de Antonio de Nebrija. Políticamente terminó en 1659, con el Tratado de los Pirineos, ratificado entre Francia y España. El último gran escritor Pedro Calderón de la Barca, falleció en 1681, y su muerte es generalmente considerada como el fin del Siglo de Oro español de las artes y las letras...Para saber mas pulse aqui.

Balada triste...

Mis horas son de tristeza.
Mis días de soledad.
No queda luz en mis ojos
y tengo gana de llorar.

Se va mi ser, debatiendo
como las olas del mar.
Entre suspiros latiendo
y arrástrada por su sal.

El amanecer es lamento.
La noche, una eternidad.
Nunca acaba mi tormento,
ni delirio, ni ansiedad.

Amor, yo bien lo sabía,
que te amaba de verdad.
Más tú nunca lo creías
y me dejastes de amar.

No sé, si ya estaba escrito
de mis ojos el sufrir.
Mas amarte, es bendito,
aunque me mate el vivir.

C.Román
(© Derechos Reservados )

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