Romance de la hija del rey de Francia...

De Francia partió la niña, de Francia la bien guarnida, 
íbase para París, do padre y madre tenía. 
Errado lleva el camino, errada lleva la guía, 
arrimárase a un roble por esperar compañía. 
Vio venir un caballero que a París lleva la guía. 

La niña, desque lo vido, de esta suerte le decía: 
Si te place, caballero, llévesme en tu compañía. 
Pláceme, dijo, señora, pláceme, dijo, mi vida. 
Apeóse del caballo por hacerle cortesía; 
puso la niña en las ancas y él subiérase en la silla. 

En el medio del camino de amores la requería. 
La niña, desque lo oyera, díjole con osadía: 
Tate, tate, caballero, no hagáis tal villanía, 
hija soy de un malato y de una malatía, 
el hombre que a mi llegase malato se tornaría. 
El caballero, con temor,   palabra no respondía. 

A la entrada de París   la niña se sonreía. 
¿De qué vos reís, señora? ¿De qué vos reís, mi vida? 
Ríome del caballero y de su gran cobardía: 
¡tener la niña en el campo y catarle cortesía!

Caballero, con vergüenza, estas palabras decía: 
Vuelta, vuelta, mi señora, que una cosa se me olvida. 
La niña, como discreta, dijo: Yo no volvería, 
ni persona, aunque volviese, en mi cuerpo tocaría: 
hija soy del rey de Francia y la reina Constantina, 
el hombre que a mí llegase muy caro le costaría.

El romance es un poema característico de la tradición oral, y se populariza en el siglo XV, en que se recogen por primera vez por escrito en colecciones denominadas romanceros. Los romances son generalmente poemas narrativos de una gran variedad temática, según el gusto popular del momento y de cada lugar. Se interpretan declamando, cantando o intercalando canto y declamación...

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