A un ruiseñor
Abril volante, viva primavera,
tan viva, que engañado en tus colores,
te dio el tiempo el castigo de las flores,
que el invierno a su vida parca es fiera.
No moriste, volaste a más esfera,
pues Filis hoy te anima con dolores;
bien es que muera quien cantaba amores,
yo sé quien calla, aunque de amores muera.
Tu muerte procuraste, para verte
compadecido de quien vive ajena
de dolerse de un vivo enamorado.
¡Oh infeliz en la vida, y en la muerte!
vivo, no la causaste amante pena,
muerto, no te aprovecha su cuidado.
A un soldado
Tu obstinado cadáver nos advierte
que hay vida muerta, pero no vencida,
pues solo en tu valor, solo en tu vida,
algo miró después de sí la muerte.
Fuerte es la Parca, pero tú más fuerte:
no se debió a su golpe tu caída
tú contra ti la ayudas ya rendida,
¿qué quién pudiera, sino tú, vencerte?
Tú dividiste el trance indivisible
de morir y postrarte, tan altivo,
que en el daño común no hallas ejemplo.
¿Cuánto más que inmortal, y que invencible
contemplaré que fuiste, cuando vivo,
si el cadáver intrépido contemplo?
Gabriel Bocángel, estudió en Toledo y en Alcalá de Henares. Dominó el español, el italiano, el latín y tal vez el griego clásico. Desde 1629 desempeñó el cargo de Bibliotecario del Cardenal Infante don Fernando de Austria, hermano menor de Felipe IV, y otros elevados puestos en la corte. En 1637 se casó en primeras nupcias con Eugenia Bolero, que falleció a los catorce meses...Para saber más pulse aquí.