Un cuento triste con final feliz...


Recordaba a mi amigo Federico y asomaban mis lágrimas...

El día 24 de diciembre del pasado año, día de Navidad.
preparo la cena, he hizo comida de mas por si tenia visitas.

A las doce de la noche lo guardó todo sin cenar y se sentó frente a la TV...
no había recibido llamadas ni visitas y se sentía muy abatido.
Veía el programa de Navidad y su nostalgia se convirtió en tristeza,
las cámaras entraban en los hogares de algunas familias
que alegres cantaban villancicos...

Sintió apetito, pero no probó el pavo que tenia preparado,
sacó una lata de atún y unas aceitunas negras y se sentó de nuevo.

Tenia un nudo en la garganta que le impedía tragar,
el bocado que apenas podía masticar en su boca, se mezclo con sus lágrimas, decidió dejarlo y acostarse para quedarse dormido entre suspiros y llanto...

Esto me lo contó el día 26 de diciembre que estuvo conmigo...
Tenia aún la esperanza, de que en fin de año recibiera visita o una llamada.
Eran las doce del día 31 de diciembre y nadie fue a verlo,
Me llamaron por teléfono el día uno de enero, murió sentado en la mesa, había una nota para mi que decía...

Para Ángel...Amigo mio, me siento el hombre mas feliz del mundo, me acaba de llamar por teléfono mi hijo Rafael por que estaba fuera y no pudo llegar para Navidad...

Aún no lo habían retirado de la mesa esperando al forense, cuando yo llegue a su casa....jamás vi un rostro tan sereno y que reflejara tanta felicidad...

Ángel Reyes Burgos

Tu piel en mis sueños...

Hay sueños que parecen
una hermosa realidad
esos que a mi piel te pegas
y no quiero despertar.

Abrazándome me besas
mi llanto que era tristeza
en los suspiros del alma
se convierte en fortaleza.

Ya las lagrimas se secan
con esos besos de amor
y en el sueño no hay cabida
para tristeza  y dolor...

Que soñando yo contigo
durmiendo sobre mi pecho
soy mercader y mendigo
de tu piel en nuestro lecho.

Mercader que no te vende,
regalo besos de amor
mendigando tus caricias
y suplicando el corazón...

Ángel Reyes Burgos

Gaviota crepuscular... Para ti, amapola blanca,



Para ti, amapola blanca,
para ti mi  hierba tierna,
brisa perfumada y  cálida
sobre tus magas estrellas.

Canto sonoro en el aire,
canciones de mi sirena,
cielo abierto de mi alma,
aleluya mi doncella.
  
Los vientos te están besando
y abrazando las mareas,
y las liras y las arpas
 te están vistiendo de reina,
allá en las hilas Hawai,
para ser tú la más bella;
llevas un sol en tu pelo
y en tu cuello perlas negras.

Para ti, amapola blanca,
para ti dulce gacela,
hija del mar y del viento,
de las neblinas que sueñan.

Gaviota crepuscular,
brisa de mi alma tierna,
calandria de mis trigales,
alondra de mis arterias
que la brisa enamorada
te besa desde las peñas,
con los labios de tu amado
y tú también se los besas,
como pura amada mía,
como sierpe yo quisiera.

Entonces yo besaría
los bucles de tu melena,
que son cual tupido bosque,
como la  hiedra hechicera,
y en la vetusta muralla
orlando la hermosas piedra.

¡Gaviota de mis mares!
¡oh, diosa de mis mareas!
¡oh, luna de mis retinas!
¡oh, playa de mis arenas!
  
Qué gloriosos van tus pies
pisando aguas de seda,
y conchas de caracolas,
y brisas que ya están muertas,
pasillos de espuma blanca
y las redes marineras,
colgadas sobre mi pecho
y en ésta idea tan bella.

Gaviota de mis ojos,
fragata mía y goleta,
que se muere en la pupila
y se vuelve maravilla,
cuando los vientos la besan.

Que sean dulces tus catos,
sobre las magas leyendas,
en tus eclipses de luna,
en tus oasis de perla,
y, en ese maná de gloria
donde los besos se enciendan,
para gozar tu alma pura
y tu ilusión permanezca.

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