Para ti, amapola blanca,
para ti mi hierba tierna,
brisa perfumada y cálida
sobre tus magas estrellas.
Canto sonoro en el aire,
canciones de mi sirena,
cielo abierto de mi alma,
aleluya mi doncella.
Los vientos te están besando
y abrazando las mareas,
y las liras y las arpas
te están vistiendo de reina,
allá en las hilas Hawai,
para ser tú la más bella;
llevas un sol en tu pelo
y en tu cuello perlas negras.
Para ti, amapola blanca,
para ti dulce gacela,
hija del mar y del viento,
de las neblinas que sueñan.
Gaviota crepuscular,
brisa de mi alma tierna,
calandria de mis trigales,
alondra de mis arterias
que la brisa enamorada
te besa desde las peñas,
con los labios de tu amado
y tú también se los besas,
como pura amada mía,
como sierpe yo quisiera.
Entonces yo besaría
los bucles de tu melena,
que son cual tupido bosque,
como la hiedra hechicera,
y en la vetusta muralla
orlando la hermosas piedra.
¡Gaviota de mis mares!
¡oh, diosa de mis mareas!
¡oh, luna de mis retinas!
¡oh, playa de mis arenas!
Qué gloriosos van tus pies
pisando aguas de seda,
y conchas de caracolas,
y brisas que ya están muertas,
pasillos de espuma blanca
y las redes marineras,
colgadas sobre mi pecho
y en ésta idea tan bella.
Gaviota de mis ojos,
fragata mía y goleta,
que se muere en la pupila
y se vuelve maravilla,
cuando los vientos la besan.
Que sean dulces tus catos,
sobre las magas leyendas,
en tus eclipses de luna,
en tus oasis de perla,
y, en ese maná de gloria
donde los besos se enciendan,
para gozar tu alma pura
y tu ilusión permanezca.
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