Hijo de la tierra...

Hijo de la tierra, 
te arrojó el Jardín. 
Aunque veas sombras 
no quieras lucir.

Tu madre era bella, 
la secan los vientos. 
Tu madre era tierna, 
se quema en el yermo.

Tu madre mordía 
la flor del manzano, 
cuando el hombre puso 
tu vida en su mano.

Tu madre sembraba 
contigo el centeno, 
cuando tú bebías 
la leche en su cuenco.

Hijo de la ira 
de Dios implacable. 
No podrá salvarte 
del odio tu madre.

No duermas, vigila. 
No duermas, despierta. 
Te amenaza fría 
la heredad desierta.
Te persiguen ojos 
sin dulce descanso. 
Te aborrece eterna 
del Creador la mano.

Las gacelas corren: 
correrás tú más. 
Los leones saltan: 
tú debes saltar.

Los arroyos huyen: 
tú tienes que huir. 
Aunque yo lo quiera, 
¡no puedes dormir!

No duermas, escucha. 
No duermas, acecha.

Silbarán las aves 
sobre ramas ebrias
para hacerte leve 
esta oscura tierra.

Escúchame, hijo: 
no duermas, no duermas...

Por todos los siglos, 
¡no duermas, no duermas...

Carmen Conde
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