Contrastes de Navidad

Fiestas llenas de contrastes
propensas a la reflexión
si te hiciste de enemigos
otorgarles tu perdón.

Abre el corazón de nuevo
si por daño lo cerraste
tiende de nuevo tus manos
pon tu amor como estandarte.

No ignores el sufrimiento
de los seres desdichados,
con unas amables palabras
lo tendras mas consolado.
Haz un voto de nobleza
pon amor en su corazón
veras con cuanta alegría
vuelve a nacer su ilusión.

Es la alegría y el amor
de los pobres el sustento
con un poco de cariño,
nos sentimos tan contentos.

Pero seria mas justo
en honor a la verdad
le des lo que a ti te sobra...
y que tengan su  navidad.
















Con el rabo entre las piernas...

Ese último acto de crueldad, acabó con la determinación de los hombres, Lucrecia también se estaba replanteando la dramática situación, empezó a ver claro las intenciones de su hijo, por el momento eran mas y no quería una confrontación abierta, se estaba limitando a darles caza uno por uno, se quedaban sin provisiones y la alerta continua tenia a los hombres agotados, propuso volver a la aldea y salir en primavera mejor pertrechados y menos cansados.
Todos asintieron con un gran alivio en sus ojos…menos Javier que alzo la voz, no, no, noooo, estoy aquí para dar caza a ese salvaje y vengar la muerte de mi mujer y mi hija y no pienso abandonar hasta que muera el o muera yo. Lucrecia se le acercó y lo abrazo, habló aparte con él en un susurro que nadie entendió y por fin después de una corta conversación entre ambos, asintió con la cabeza…de acuerdo me iré con vosotros.

Salieron hacia la aldea en cuanto se hizo de noche, no nevaba y la visibilidad era buena bajo una luna llena luciendo en una cúpula cubierta de estrellas. Javier iba al frente y Lucrecia le seguía, los demás iban en fila india siguiendo sus pasos. Pararon a descansar en un claro libre de matorrales, se sentaron en el suelo y Javier preguntó por Salvador, el que estaba a su lado contesto que venía detrás de el, que era el último, todos se levantaron alarmados y retrocedieron unos cientos de metros hasta hallar la mochila que traía el hombre manchada de sangre en el camino.  Pero el cuerpo de Salvador no aparecía, no había duda de que lo seguían y tenían que hacer algo para evitar otra muerte o no llegaría nadie vivo a la aldea.

Siguieron su camino de dos en dos y los dos últimos armados con las escopeta y cartuchos de postas para la caza mayor, la marcha era lenta por que andaban de lado o de espalda a cada momento, por lo que se hacía fatigosa para los hombres de la retaguardia que se turnaban continuamente…un disparo alertó a todo el grupo que se paró en seco, el hombre había visto moverse algo en el lateral y disparó sin pensarlo, un grito rompió el silencio de la noche y con precaución se acercaron al lugar, Salvador aparecía boca arriba con un varios aguajero en el pecho y los ojos muy abiertos, le faltaba una mano y todos pensamos que se la arrancó forcejeando entre los colmillos de alguno de los perros, hasta que vimos su machete en la otra mano y el tajo perfecto que tenia en el brazo…se la había cortado el para poder huir, seguramente lo ataron a un árbol para seguir detrás nuestra y en nuestra compañía encontró la muerte…

Fue un gran mazazo en las mentes de todos, estaban consternados y los ojos de Lucrecia brillantes por las lágrimas que quería reprimir, no era momento para debilidades y quería dar sensación de entereza, pero por dentro se sentía rota, rota por el dolor, rota por la impotencia que sentía y rota por haber parido a ese hijo de puta que tantos estragos estaba causando. Pensó, tenía que haberte ahogado al nacer.

Siguieron su camino sin más incidentes hasta la aldea, fue un alivio para todos cuando la divisaron aunque algo presintieron al no ver a nadie en la puerta de ninguna de las chozas donde se quedaron las mujeres y los niños, ni el fuego que tendría que estar encendido por la noche, al acercarse vieron al vigilante con la cabeza abierta sobre un gran charco de sangre, pero eso era leve para lo que se encontraron dentro…De mi novela Venganza salvaje, para seguir leyendo pulse aquí.

Desnudos, Juan Ramón Jiménez

Hoy te diré yo 
tocándote el alma.

O, bajo los pinos, 
tu desnudez malva, 
tus pies en la tierna 
yerba con escarcha, 
tus cabellos verdes 
de estrellas mojadas.

Y tú me dirás 
huyendo: Mañana...

Levantará el gallo 
su clarín de llama, 
y la aurora plena, 
cantando entre granas, 
prenderá sus fuegos 
en las ramas blandas.
Hoy te diré yo 
tocándote el alma.

O, en el sol nacido, 
tus sienes doradas, 
los ojos inmensos 
de tu cara maga, 
evitando azules 
mis negras miradas.

Y tú me dirás 
huyendo: Mañana...

En 1891 aprueba con calificaciones de sobresaliente el examen de Primera Enseñanza en el Instituto "La Rábida" En 1899 estudia Bachillerato en el colegio de San Luis Gonzaga del Puerto de Santa María. Pulse aquí.
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