Soneto XXXIII
Boscán, las armas y el furor de Marte,
que con su propria fuerza el africano
suelo regando, hacen que el romano
imperio reverdezca en esta parte,
han reducido a la memoria del arte
y el antiguo valor italïano,
por cuya fuerza y valerosa mano
África se aterró de parte a parte.
Aquí donde el romano encendimiento,
donde el fuego y la llama licenciosa
sólo el nombre dejaron a Cartago,
vuelve y revuelve mi pensamiento,
hiere y enciende el alma temerosa,
y en llanto y en ceniza me deshago.
Soneto XXXIV
Gracias al cielo doy que ya del cuello
del todo el grave yugo ha desasido,
y que del viento el mar embravecido
veré desde lo alto sin temello;
veré colgada de un sutil cabello
la vida del amante embebecido
en su error, en engaño adormecido,
sordo a las voces que le avisan dello.
Alegrárame el mal de los mortales,
y yo en aquesto no tan inhumano
seré contra mi ser cuanto parece:
alegraréme , como hace el sano,
no de ver a los otros en los males,
sino de ver que dellos él carece.
Garcilaso de la Vega. En 1526, con motivo de las bodas de Carlos I con Isabel de Portugal, acompañó a la Corte en un viaje por varias ciudades españolas y se enamoró platónicamente de una dama portuguesa de la reina, Isabel Freyre, que cantó bajo el anagrama de Elisa en sus versos, que a ella son debidos...Para saber mas pulse aquí.