Sonetos LI y LII Pablo Neruda


Soneto LI 

Tu risa pertenece a un árbol entreabierto 
por un rayo, por un relámpago plateado 
desde el cielo cae quebrándose en la copa, 
partiendo en dos el árbol con una sola espada. 

Sólo en las tierras altas del follaje con nieve 
nace una risa como la tuya, bienamante, 
es la risa del aire desatado en la altura, 
costumbres de araucaria, bienamada. 

Cordillerana mía, chillaneja evidente, 
corta con los cuchillos de tu risa la sombra, 
la noche, la mañana, la miel del mediodía, 

y que salten al cielo las aves del follaje 
cuando como una luz derrochadora 
rompe tu risa el árbol de la vida.
Soneto LII 

Cantas y a sol y a cielo con tu canto 
tu voz desgrana el cereal del día, 
hablan los pinos con su lengua verde: 
trinan todas las aves del invierno. 

El mar llena sus sótanos de pasos, 
de campanas, cadenas y gemidos, 
tintinean metales y utensilios, 
suenan las ruedas de la caravana. 

Pero sólo tu voz escucho y sube 
tu voz con vuelo y precisión de flecha, 
baja tu voz con gravedad de lluvia, 

tu voz esparce altísimas espadas, 
vuelve tu voz cargada de violetas 
y luego me acompaña por el cielo. 
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