A Pompeya y a mi hija, sonetos


Cuando amanezca el iracundo día
que en la mente de Dios leyó el Profeta,
y, al agrio son de la final trompeta,
abandone de Adam la raza impía

ora el sosiego de la huesa fría,
ora los lares de la vida inquieta,
y pase el Juicio extremo, y del planeta
quede la extensa faz muda y vacía,

no será tan horrendo y pavoroso
encontrar por doquier huellas del hombre
y ni un hombre ni en campos o ciudades,

como verte, sin vida ni reposo,
desierta y mancillada por tu nombre,
expiar ¡oh Pompeya! tus maldades.



Por la primera vez hoy es tu día.
¡Ven a mi corazón, prenda adorada.
orgullo de la esposa más amada,
vida de mis entrañas, hija mía!

¿Qué te dirá de un padre la ufanía,
que te dirá tu madre embelesada,
sino verter del alma enagenada
lágrimas de cariño y de alegría?

Delicia de los dos ¡bendita seas!
¡Bendita seas de la Virgen pura
que ampara con su manto nuestro nido!—

Y allá en los años en que no nos veas,
¡Dios te dé tanto bien, tanta ventura,
como tú con nacer nos has traído!



























Pedro Antonio de Alarcón y Ariza (Guadix, 10 de marzo de 1833-Madrid, 19 de julio de 1891) fue un escritor español que perteneció al movimiento realista, en el que destacó como uno de los artífices del fin de la prosa romántica. Sin embargo, investigadores como Ferreras consideran que "buena parte de sus libros están inspirados en el romanticismo" y que Alarcón "combatió toda su vida contra el realismo totalizador", para saber más pulse aquí.
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