Las damas desaparecidas.


Avisada Lucrecia de la próxima visita de la policía, aunque sabía que por el momento no tenía nada sólido para arrestarlas, decidió que ya era tiempo de tomarse un largo descanso y dejar enfriar todo el asunto. Llamó a las amigas y esa misma noche tomaron todas un vuelo a las Barbados. Compraron una gran mansión y se dedicaron exclusivamente a su propia felicidad sin negocios o problemas que las distrajeran.

Salían con mucha frecuencia  juntas, a cines, teatros y restaurantes, pero jamás se relacionaban con hombres, sus necesidades las tenían bien cubiertas en la noche cuando en una gran cama giratoria y con espejos en el techo y las paredes, copia exacta de la que tenía Lucrecia en su mansión, se dedicaban a practicar las posturas del Kamasutra…

El topo que tenía en la policía judicial, le informaba de los avances que se hacían sobre el caso de las damas misteriosas como se le había etiquetado…pero el caso por el momento estaba paralizado por falta de pruebas incriminatorias contra ellas y el jefe de policía no encontraba suficientes argumentos para autorizar un viaje de su equipo a las Barbados…por el momento las damas estaban a salvo y disfrutando de su descanso.

En esa feliz etapa de sus vidas, las damas rondaban los treinta y cinco años, pasarían diez años más hasta que decidieran volver a Sevilla asesorada por su topo que decía no había nada que temer.
Un nuevo jefe de policía se había hecho cargo de la comisaría central y archivado la investigación por falta de pruebas incriminatorias, solo parecían hechos circunstanciales
Pero al hacerlo, tuvo el mismo presentimiento que el anterior investigador, demasiadas coincidencias en los asuntos relacionados con esas señoras. Retomaría el caso si esas damas volvían a Sevilla y se produjera alguna nueva contingencia.

En el expediente había una nota relacionada con una visita que le hizo su antecesor a Don Tomas el senador, decidió que iría a entrevistarlo. A la mañana siguiente llamó a su puerta y el criado lo hizo pasar a su despacho.
Don Tomas, vengo a hacerle unas preguntas sobre Doña Lucrecia que tengo entendido era su mujer.
Está usted en un error, solo era una ahijada mía, una señorita que la tome bajo mi protección al salir del internado y cuando se hizo mayor de edad, le deje la mansión de mis padres para que tuviera su  propia vida. No tengo relación con ella y en estos últimos diez años no he sabido donde se encuentra.

El jefe de policía volvió a la central y archivó el expediente en casos sin resolver, aunque en el fondo pensaba que no tenía ningún caso…quizás después de todo las damas no hicieran nada malo.

Cuando el senador se quedó a solas, llamó a su contratista de obras para preguntarle como iban los trabajos que se hacían en el sótano colindante a la medianera de la casa de Lucrecia. Sus padres fallecidos les dejo con los planos de las dos mansiones, donde residía el y la de al lado que le cedió a Lucrecia mediante chantaje, esos planos serian cruciales para el desenlace final que había preparado para las damas…De mi novela, Las damas y el té de las cinco...Para seguir leyendo, pulse aquí.

Matanza múltiple...


Estábamos en la cueva donde dábamos buena cuenta de nuestras víctimas, la cueva donde vivían los perros antes de unirse a mí, la entrada estaba perfectamente camuflada por unos matorrales, aunque alguien pasara delante de la entrada, no la vería.
Las voces que se alejaban, de pronto la escuchamos más cerca, permanecimos todo el día en el interior de la cueva, una voz se alzó sobre las demás en un grito…Eva Mariaaa
¿Donde estas hija miaaaa?, en cada grito, solo se obtenía el sombrío eco del silencio…
La oscuridad se hizo dueña de la belleza que infería el astro rey al frondoso espectáculo del monte, los tétricos ruidos de la noche, hacían tener los cinco sentidos alertas…

Me asomé al exterior cuando la noche era totalmente cerrada, una pequeña hoguera lucia cercana, le hice señas a los perros con mi dedo  índice sobre los labios en señal de silencio, conminándoles  a salir a la oscura noche sin luna.
Como si fueran soldados, los perros reptaban junto a mi en dirección a la hoguera sin escuchar ya ni un solo susurro de esos hombre…cuatro bultos aparecían ante la débil luz de las llamas, sus escopetas descansaban sobre sus cuerpos dispuesta a la acción ante la menor señal de peligro…pero no estaban preparados para el peligro que se les echaba encima en forma de animales y uno mas animal con cuerpo de hombre…

La acción se desarrolló de forma rápida y quirúrgica, como solo los cuerpos de elite las saben ejecutar,  un perro estaba a la altura del cuello de uno de los hombres, el otro acechaba a su compañero y yo sobre el que estaba cerca durmiendo con su amigo…
A mi señal, de una sola dentellada los perros acabaron con su presa destrozándole la garganta, yo con un certero golpe de mi maza le abría el cráneo a mi victima, no murió inmediatamente,  sucumbió antes de coger su escopeta a otro contundente golpe, ese segundo golpe permitió a su amigo perderse entre los arbustos y desaparecer…

Los perros ajenos a mi orden para que lo persiguiera, se daban un buen festín, el silencio se hizo absoluto a nuestro alrededor, el sonido que producían al desgarrar la carne y triturar los huesos, era demasiado aterrador para los animales nocturnos del entorno que permanecían en completo silencio.

Aproveché la pequeña hoguera para echar unos trozos de carne, pues aunque la prefiero cruda, en una incursión nocturna a los alrededores de la aldea,  tome sin permiso un conejo que un hombre asaba sobre la lumbre, no pedí permiso por que los muertos no te lo dan y ese hombre estaba bien muerto después de que mi maza se encargara de él…

Cuando quedamos satisfechos, limpie todos los rastros de nuestro paso y el de los hombre por el lugar, yo cavaba y los perros traían los despojos de sus presas para echarlos al agujero, apagué el fuego y enterré las cenizas y los palos calcinados, cuando terminé la operación, nadie podía imaginarse nuestra presencia o la de esos hombres, pero había un cavo suelto que no me podía permitir dejarlo así, aunque de forma fugaz, el que escapó me había visto la cara y jamás se le olvidaría…

Estaba en esos pensamientos cuando un grito rompió el silencio de la noche… asesinos, os daré muerte aunque tenga que bajar al mismo infierno…el eco de un disparo como una sentencia, se propagó germinando como una venganza plantada en la tierra…De mi novela Venganza salvaje que pueden seguir leyendo pulsando aquí.

Orquídea y Bajamar, Jaime Torres Bodet

Flor que promete al tacto una caricia
más que el otoño de un perfume, suave
y que, pensada en flor, termina en ave
porque su muerte es vuelo que se inicia.

Párpado con que el trópico precave
de su luz interior la ardua delicia,
música inmóvil, flámula en primicia,
aurora vegetal, estrella grave.

Remordimiento de la primavera,
conciencia del color, pausa del clima,
gracia que en desmentirse persevera,

¿por qué te pido un alma verdadera
si la sola fragancia que te anima
es, orquídea, el temor de ser sincera?
Conforme va la vida descendiendo
bajamar de los últimos ocasos
se distinguen mejor sombras y pasos
sobre esta playa en que a morir aprendo.

Acaba el sol por declinar. Los rasos
de la luz se desgarran sin estruendo
y del azul que ha ido enmudeciendo
afloran ruinas de horas en pedazos.

Ese que toco, desmembrado leño,
un día fue timón del barco erguido.
que por piélagos diáfanos conduje.

En aquel mástil desplegué un ensueño.
Y en estas velas, ay, siento que cruje
todavía la sal de lo vivido.





















Las novelas y relatos de Torres Bodet siete volúmenes publicados entre 1927 y 1941, pertenecen a la época de interés por las nuevas direcciones de la prosa narrativa francesa y española. Desde la perspectiva actual, son obras sobre todo representativas de la búsqueda de una nueva sensibilidad y un nuevo estilo novelesco que se realizaba por aquellos años...Para saber mas pulse aquí.
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