Lucrecia, de Fernando de Rojas.

Oh, quién fuese la hortelana
de aquestas viciosas flores,
por prender cada mañana
al partir a tus amores.

Vístanse nuevas colores
los lirios y la azucena;
derramen frescos olores
cuando entre por estrena.

Alegre es la fuente clara
a quien con gran sed la vea;
mas muy más dulce es la cara
de Calisto a Melibea.
Pues aunque más noche sea,
con su vista gozará.
¡Oh cuando saltar le vea,
qué de abrazos le dará!

Saltos de gozo infinitos
da el lobo, viendo al ganado;
con las tetas los cabritos;
Melibea con su amado.

Nunca fue más deseado
amador de la su amiga;
mi huerto más visitado,
ni noche tan sin fatiga.

















Fernando de Rojas.-Nació en La Puebla de Montalbán (Toledo), hacia 1470, en el seno de una familia de judíos conversos y probablemente criptojudíos, que reaparece en posteriores procesos inquisitoriales por mantener el judaísmo a escondidas de la Inquisición. Rojas ayudó a miembros de su familia, los llamados marranos o criptojudíos (Anusim en la literatura rabínica), afectados por las persecuciones de la Inquisición. Su familia habría sido perseguida y él mismo aparece en documentos, en unos versos acrónimos, como acusado por la Inquisición, documentos que demuestran que fue el autor de La Celestina. Para saber mas pulse aquí.

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