Ridículo retrato de un ridiculo señor...

Ahí va, que quieras o no,
mi retrato, y claro está
que no lo conocerá
la madre que lo parió:
está más feo que yo,
más raro, más singular,
y, si gustas de mirar
su figura atentamente,
aprende primeramente
a signar y a santiguar.

Según probable opinión,
soy en el ingenio zorra,
en parlería cotorra,
en el tamaño gorrión,
y en la viveza ratón;
y, aunque de todo blasone,
siempre en duda se me pone
qué especie de cosa soy,
y por esta duda, estoy
casado sub conditione.

Mi cara, si se examina,
verá el curioso en un año
que es parte del Gran Tacaño,
anuncio de hambre canina;
ni bien es cara ni esquina,
sólo sí es cosa tan rara
que a todo el que la repara
a tal risa le provoca,
que para tomarla en boca
no sé cómo tengo cara.

Si con maña menos cuerda
mis cabellos has mirado,
creerás por mal de mi hado
que soy animal de cerda.
No receles que se pierda
tu gusto, si gustas de ellos;
son fuertes, aunque no bellos,
y así tu vida estuviera
más segura, si pendiera
de alguno de mis cabellos.

Lóbrega, oscura y fatal
forma tal noche mi frente,
que a tientas tan solamente
encuentro el por la señal.
Es ella tan fea y tal  45
que me inquieta, que me irrita:
negra, arrugada, chiquita,
siempre de mal en peor,
sin poderla hacer mejor
a fuerza de agua bendita.

Permíteme que me queje
que, siendo mis ojos bellos,
no gustas, Marica, de ellos,
por más que yo me desceje;
son de mi hermosura el eje,
son de Cupido dos grillos,
y son dos medios anillos
de brillantes, cual se ve,
mas nada sirve, porque
nadie repara en pelillos.


Mis narices son mejores
que las hechizas de palo,
y si algo tienen de malo
es el meterse a mayores.
Mi cara con mil colores
se avergüenza en su presencia,
y huye con tal resistencia
que la deja sin cimientos;
mas como soplen los vientos,
no es obra de permanencia.

Mi boca es buena y así
no digo más; punto en boca,
que a mi boca no le toca
el decir bienes de sí.
Mírala muy bien, y di
sus elogios al instante
de que no hay a quien no encante
por lo pulida y graciosa,
pues no le falta otra cosa
sino un dedo por delante.

Mis negras barbas infiero
qué tales que serán ellas,
que sólo por no tenellas
estoy pagando dinero;
mas me consuela un barbero
que se llama Juan Antonio,
asegurando el bolonio
que ellas dicen que soy hombre;
mas por vida de mi nombre,
que es un falso testimonio.

Mi cuerpo por todas caras
pigmea talla promete;
y por eso no se mete
en camisa de once varas.
De esta falta que reparas
bien se supo aprovechar
mi mujer que, por ahorrar,
cuando murió don Canuto
me hizo un vestido de luto
del tafetán de un lunar.

Decentes mis pies están
en todo tiempo aliñados;
pues descalzos o calzados
son siempre de cordobán;
los puntos que calzarán
considera por tu vida,
pues, por cosa reducida
y de tan poco aparato,
la horma de mi zapato
es el pie de la medida.

Soy, Marica, cimentado
en piernas de un hueso seco,
que me llaman carnicero
y por tu [...] lavado
sería de carne o pescado.
Tanta y tal es mi carencia
que segura de conciencia
en cuaresma comerías
una pierna de las mías
sin quebrantar la abstinencia.





































































Félix María Serafín Sánchez de Samaniego Zabala (Laguardia, Álava, 12 de octubre de 1745-ibídem, 11 de agosto de 1801) fue un escritor español famoso por sus fábulas, de tono aleccionador mediante moralejas...Para saber más pulse aquí.

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