como un montón de sombra, cayó el traje a tus pies,
y confiadamente, con divino sosiego,
surgió ante mí tu virgen y suave desnudez.
Tu cuerpo fino, elástico, tu esbelta gracia erguía.
Eras en la penumbra como una claridad.
Era un cálido velo que toda te envolvía,
la inefable dulzura de tu serenidad.
Con el alma en los ojos te contemplé extasiado.
Fui a pronunciar tu nombre y me quedé sin voz...
Y por mi ser entero pasó un temblor sagrado,
como si en ti, desnuda, se me mostrara Dios.
3 comentarios:
Cuando cae el traje, aparece la desnudez de la piel.
Y es esos instantes que no existe cuerpo pueda pronunciar nombres.
Hermosa lectura, que tengas un hermoso fin de semana.
Abrazos para vos!
Y es en esos instantes que no existe cuerpo que pueda pronunciar nombres!
Doble comentario, no quedó bien el anterior, abrazotes.
Eres un sol Cristina, muchas gracias. Ya salia a cenar y abrí gmail y vi tus comentarios. Te dejo un abrazo y feliz fin de semana. Gracias amiga.
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