Silenciosamente, con tu voz de viento,
con tu risa clara, con tu abrazo lleno,
reclamando noches, recitando cuerpos,
sosteniendo en tus manos violines de dedos…
Silenciosamente te fuiste colando,
en todas mis horas, en todo momento,
en todo paisaje pintado de cielo,
en cada pedazo de tierra y de techo,
en cada cornisa, pared o agujero,
te fuiste colando de piel para dentro,
de piel para dentro impregnando mi aire,
respirando en mi aliento…
Silenciosamente, como en un susurro,
te fuiste enredando entre todos mis muros
Fuiste tatuando tu boca en mis labios,
anudando besos, trepando en mis manos,
volcando ternura en la piel de mis años,
inventando soles para un nuevo ocaso.
Silenciosamente te anclaste a mis días,
fuiste mar y ola, velero y vigía.
Fuiste caracola meciendo sonrisas,
sobre un lecho blanco de nubes henchidas,
sábanas de carne, pasión encendida,
bajo un manto claro de hermosas caricias.
Silenciosamente mojaste mi alma,
sembraste ternura que hoy te reclama.
Silenciosamente… te has quedado dentro,
latiendo conmigo… latiendo en mi pecho,
este pecho herido que grita tu nombre
en cada latido y pronuncia tu verbo,
ese verbo tuyo que sostiene un mundo
¡tú mundo y el mío!
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