Hasta en el mismísimo infierno.


Quiero verme en tu alma libre, abrigándote un cielo,  
aun en el tórrido verano que incendia un sentimiento.  
Aunque no sea invierno, aunque sea atrevido e incierto  
aunque sean las palabras un fuego de amor en el pecho.    
Parimos  poemas que nublan la impotencia de un grito  
y  tras los silencios, sé que que tus noches son mías.  
Sé que nos enraizamos en el puerto de todas las bahías  
como un canto de sirenas, en la piel de un marinero.  

Quiero verme en el espejo de un te amo infinito,  
en una poesía de amor, en un profundo: te quiero.    
Quiero verme en lo que callas, en lo que dices,  
en tus silencios, en tus profundos sentimientos,  
verme en los puños cerrados apretando cicatrices,  
en los interminables momentos nocturnos, esos, sin aliento  
donde sabes que me encuentras y te encuentro.    

Verme...¡verme! en la humedad de tus labios  
al besarme en un poema que noche a noche  
invade de intermitentes grillos mi ensordecido huerto.  
¡Te amo, y lo grito...hasta en el último de los infiernos!    
Y allí también me veré...queriéndote como te quiero,  
hasta te diría, sin sonrojarme, pecando en la más blasfema herejía  
de una pasión contenida que muere por alcanzarme,  
tanto, que siento que nunca morirán nuestros anhelos,  
¡ni dejaré de amarte, ni querrás dejar de amarme!    

En el mísmísimo tálamo de los amantes del averno,  
tal vez allí...esté nuestro verdadero cielo.    

Y allí, precisamente alli...¡nos quemaremos!


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