Si al saludarte hay sonrojos
haciendo mío lo indecible
veo correr una lágrima en tus ojos
bajo la máscara de tu rostro indefinible.
Es muy cruel tu indiferencia
huracán murmurante es tu desprecio
lo noto y es tanta mi impaciencia
que yo la calló... pero no mi corazón necio.
No puedo negar que te adoro con locura
y que sin ti mi existencia esta sellada,
o le devuelves a mi alma la cordura
o mi estancia en esta vida está acabada.
Y tus palabras.....¡son navajas!
que hieren con fatal exactitud,
¡ayúdame! que si tus brazos son mortaja
no salpique mi sangre.....¡el ataúd!.
Alejandro O. de Leon Soto
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