Abre tus brazos...



Abre tus brazos a mi cuerpo, amor.
Ábrelos como una plácida llovizna de otoño en los jardines.
Riega, con tus aguas de luz, la flor de mis desencantos.

Mírate en los espejos del tiempo, 
ellos te darán la medida exacta e imperecedera
de la soledad y del tedio que pueblan el desamor.

Desenreda tus cabellos con el peine de los sueños 
que crecen en tu interior y que te hablan de mí.

Desdibuja el temporal de los desdenes 
con la brisa fresca y aterciopelada 
que dimana de las mieles de tu boca.

Deja que busque lunas de pan y de miel
en la dorada calidez de tu cuerpo hacia la tarde.
Que la noche silenciosa y cantarina de nuestras ilusiones
nos acune en su regazo como la brisa y el sol.
Deja que borre la herida que te causó la tristeza en el alma.

Ahora sé que la melancolía no es esa llaga infecta
e inútil que nos puebla el pecho de fantasmas,
que nos llena de sollozos los desiertos de la noche.
Es esa frontera cruel que, a hurtadillas, cubre
nuestro corazón de ausencias y de agonías.
No la dejes anidar en tu pechera, así podremos evitar 
que la  borrasca nos inunde las entrañas.
Un oasis de frescor y de dulzura es tu mirada,
allí donde habitan y germinan todos los sueños .

Abre tus brazos amor al jardín inagotable de dicha
y de frenesí que puebla de rosas y de alhelíes
el cálido vergel de nuestro cariño.

Finalista en el VI certamen de poemas de amor ruma y quiya, 
organizado por la asociación artístico literaria intimad de Sevilla.

Encarna Gómez Valenzuela

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