La dama de blanco era la señora Leonora, como el color de fondo blanco del tablero del parchís, reunía a todas sus fichas, no tenia que tirar los dados para moverlas, su liderazgo estaba claro y lo respaldaba un carácter fuerte, físicamente la mas alta de todas, aficionada a la natación y con pinta de haberse tragado a Tarzán de los monos en sus mejores tiempos.
Como a sus cinco amigas, a Leonora la abandonó su madre en la casa cuna de Sevilla, la dejó en un torno que había en la pared parecido a un pasa platos, de esa forma la madre se evitaba la vergüenza de explicar que su hija era ilegitima y las monjas tenían un inquilino mas para sacar mas subvención a la Diputación de Sevilla…
Allí conoció a sus amiguitas y allí se llevaron todas a los ocho año los primeros palmetazos en las manos por curiosearse unas a otras donde las monjas no permiten la curiosidad por que es pecado mortal, eso les hizo ser más curiosas…de niños ya se sabe, si te lo prohíben los adultos, es por que tiene que ser algo bueno.
La edad límite para estar en la casa cuna era a los nueve años, las trasladaron juntas a un internado de menores y allí se afianzo el liderazgo de Leonora cuando en su cumpleaños catorce, la directora le regaló una caja de bombones y el joven jardinero, una cajetilla de tabaco rubio americano, fue una ganga por que solo le costó subirse la falda.
La cosa se complicó cuando el jardinero le ofreció un cartón de tabaco por ir más allá, fueron mucho mas allá donde estaba el huerto y en el cobertizo, Leonora se clavó por primera vez el rastrillo en la espalda. Las amigas que la habían seguido, también querían su cartón de tabaco, pero el jardinero no tenia para todas y tendrían que esperar…
La señorita Leonora, tuvo la mala suerte de enamorase del jardinero y lloraba sola y desconsolada cada vez que una de sus amigas aparecía con un cartón de tabaco.
Juraba continuamente que se vengaría de los hombres y ese veneno suyo se lo transmitió cada día a sus amigas que hicieron causa común con ella.
A los dieciocho años recibió el regalo que todas esperaban, una casa de acogida, la puerta trasera para evitar las costosas adopciones y sus trámites legales.
Las acogió un matrimonio sin hijos con una gran fortuna, el senador y ella marquesa.
Como senador descendiente de una larga lista de políticos en la familia, sus propiedades se repartían por medio mundo, aprendió de su padre y de su abuelo el arte de acumular riquezas sin levantar sospechas, todos sabemos que es mas fácil eso, que despistar de la vitrina de un supermercado un pollo y además por mucha hambre que tengas, esta mal visto…
Continuará...
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