Se oye un quejido en el aire
la saeta están cantando
y la madre de las torres
con fervor está escuchando.
La Macarena se vuelve
para poderla mirar
y la giralda se inclina
para poderla besar.
Hay llanto en los nazarenos
la emoción está servida
y el cuello del costalero
sangrando por sus heridas.
En el rostro de mi virgen
hay dos lágrimas asomando
una, por un borracho, dicen
otra, cuando a mi me ve rezando.
Puede haber joyas mas grandes,
pero a belleza no iguala
estas joyas que se reúnen
el jueves en la madrugada.
Ángel Reyes Burgos
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