Despojando la juventud de nuestros cuerpos
hoja a hoja en el otoño de la vida
nos acercamos al final de nuestro tiempo
con el corazón y el alma, llena de heridas.
Miramos con envidia a la juventud
sin darnos cuenta que también se deshoja
y a pedazo se cae esa virtud
con las puñaladas que en el cuerpo les dejan.
En la recta final y en soledad
sin un nieto que tener entre mis brazos
mis huesos yacen yerto en la humedad
que caen desde mis ojos a mi regazo.
Y yo solo me siento en ese banco
y solo me da por recordar
aquellos tiempos de mis años mozos
donde pocos días me daba por llorar.
Ya mis días los consumo en agonía
de esta juventud dorada que se ha ido
solo esperando que llegue ese día
en que muera mi pecho consumido.
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