Cayó sobre mi espalda
la llama de tu cuerpo
y sentí con gran locura
tu calentador de fuego.
Entre los áureos lisos
de mis redondos pechos
sentí tus dedos húmedos
y embriagados mis deseos.
Brillaron mis ojos negros
como focos encendidos
y entre mis labios presos,
temblaron los mentones
de los tuyos cautivos.
Y en calentura prendida
con suave movimiento
mojada con tu saliva...
febril las sienes ardieron.
El panal de mis labios
al envite de tus besos
y fue tu lengua abeja
libando dulzor de petalos.
La sábana de seda
que cubría nuestro cuerpo,
cayó redonda al suelo
al grito conmovido...
de tan lujurioso deseo,
volviendo a tus brazos
mi contorno prisionero.
Nos ardian los ojos
y nos quemaba el aliento,
pero volvimos sin palabras
a juntar los cuerpos.
Derechos reservados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario