La tarde perdió amapolas en horizontes de fuego,
colgaban nubes rosadas sobre un celeste desvelo.
Alguien me dijo: “No Vuelvas”. Alguien me dijo: “Hasta Luego”.
Alguien pintaba de estrellas los píes con alma de cielo.
Sentí que todos sentían cantares de cantos nuevos,
sentí que el camino abrían con caminar de regresos.
Mi cuerpo estaba en el aire con un bullir de renuevos
y en aguas de arroyos frescos me bautizaban sus rezos.
Bajo una luna morisca, gitanas de mimbres sueltos,
agitaban panderetas con cascabeles sin dueños.
Hilos de plata llegaban a los balcones abiertos
enredando los malvones un Buenos Aires de ensueño.
El camino se hizo surco con los tacos del empeño
en una calle sin nombre, cuando me iba viniendo.
Desde el nidal de los árboles, se oía un cantar porteño,
que en el verdor de sus hojas al viento iba describiendo.
Después, se borró la huella, y todo se fue perdiendo
por más que busqué la calle, pese mi andar sin encuentro.
como no tenía nombre,es que volví siempre yendo,
cuando las hojas traían, cantos de nidos adentro.
Alguien me dijo: “No Vuelvas”. Alguien me dijo: “Hasta Luego”.
Alguien pintaba de estrellas los píes con alas de cielo.
Mi cuerpo estaba en el aire por el éxtasis del ruego
entre luciérnagas tristes, con ojos llenos de suelo.
Audroc
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