oh celestial saber, oh gracia pura,
oh, de valor dotado y de dulzura,
pecho real, honesto pensamiento.
Oh luces, del amor querido asiento,
oh boca, donde vive la hermosura,
oh habla suavisima, oh figura
angelical, oh mano, oh sabio acento.
Quien tiene en solo vos atesorado
su gozo y vida alegre y su consuelo,
su bienaventurada y rica suerte,
cuando de vos se viere desterrado,
ay, ¿qué le quedará sino recelo,
y noche y amargor y llanto y muerte?
Después que no descubren su lucero
mis ojos lagrimosos noche y día,
llevado del error, sin vela y guía,
navego por un mar amargo y fiero.
El deseo, la ausencia, el carnicero
recelo, y de la ciega fantasía
las olas más furiosas a porfía
me llegan al peligro postrimero.
Aquí una voz me dice: cobre aliento,
señora, con la fe que me habéis dado
y en mil y mil maneras repetido.
Mas, ¿cuánto desto allá llevado al viento?,
respondo: y a las olas entregado,
el puerto desespero, el hondo pido.
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