vive con su silencio y armadura;
no ha perdido apariencia ni cintura,
ni el sonido a pesar de estar callada.
Nadie toca su vientre, sigue aislada,
al lado de la tétrica figura
de una silla, y la triste partitura
de una canción sin dueño, abandonada,
Risas, humo y zapatos de tacón
ignoran a la vieja del rincón,
una vieja guitarra sin partido.
Hoy vive en un tugurio adormecida,
con la sangre reseca de la herida
que dejara un amor desconocido.
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