Un poco de romanticismo


Mi corazón te amará hasta el último latido, como las aves que comparten toda una vida de vuelo, y tú para mí, amor mío, eres la mejor compañera de viaje que podría tener.

Recuerdo aquel primer beso húmedo con la nostalgia que solo los años te pueden enseñar, lo recuerdo siempre entre sonrisas porque mi hizo descaradamente feliz.

A veces me recuerdas al canto de los pájaros, porque incluso en el más fúnebre de mis despertares sabes conjugarle una sonrisa a mi corazón, te amaré con la fuerza de los vientos hasta que la tierra nos separé.

 Solo tuyo seré, siempre que tú quieras, a nadie más amaré pues tuyas son mis entrañas. Con el paso de los días envejeceré con la ternura de tus ojos.

Quiero que despiertes a mi lado, porque ver como te iluminan los primeros tenues rayos de sol me da la suficiente vitalidad como para aguantar todo el día.

El arte de amar no se enseña en las escuelas, yo lo aprendí de ti y trato de mejorarlo cada día, aunque parezca imposible, con tesón y esfuerzo siempre puedo llegar superarlo.

Sin ti a mi lado todo pierde sentido, todo es una lúgubre sombra que se esconde entre las entrañas de la larga noche de los tiempos.

Podría observarte durante horas, me encantan los pequeños detalles de tu esvelto cuerpo, me gustaría conocerlos todos, hasta el más mínimo detalle: las pecas de la cara, la marca de la barriga, esa marca detrás de la oreja.

Me gustaría compartir contigo cada soplo de aire, cada segundo de experiencia y toda la nostalgia que cabe en un recuerdo.

Aunque no te lo parezca mi tranquilidad es más endeble de lo que parece, y es que detrás de esta apariencia de muro impenetrable se esconde un corazón de cristal que teme enfrentarse al martillo de tu ausencia.

Cuando toco tus dulces manos, suavemente, acariciándolas, me siento el hombre más feliz del mundo, me carga las energías para subir al Himalaya y bajarlo.

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