Hades: el rey del infierno de la mitología griega.


Hades es el soberano del infierno en la mitología griega.

Su nombre, cuyo significado cifra un misterio terrible, a veces se utiliza para designar uno de los reinos infernales griegos: el Hades.

Hades, en realidad, es el Señor del Inframundo, cuya superficie incluye distintas regiones y dependencias tenebrosas.

Desde ese puesto integraba la más antigua trinidad de Occidente, junto sus hermanos: Zeus, Señor del Olimpo, y Poseidón, Señor de los Mares.

Se dice que los Cíclopes, como signo de sumisión, en el remoto tiempo en el que los dioses derrotaron a los Titanes y establecieron el orden en el mundo, le entregaron a Hades un fabuloso casco cristalino que otorgaba la invisibilidad (kuné).

Este episodio, que concluye la Titanomaquia, relata que, tras diez años de conflicto, Gea, la Madre Tierra, profetizó la victoria para Zeus y éste admitía como aliados a todas las criaturas que Cronos había confinado al Tártaro.

Así Zéus sus hermanos, Hades y Poseidón, liberaron a los Cíclopes y a los Hecatonquiros. En reconcimiento Zeus recibió el rayo; Poseidón su tridente, y Hades su casco.

En ocasiones Hades prestar su casco a sus héroes favoritos para ayudarlos en sus empresas.

Esta ambivalencia entre el rigor absolutista del inframundo y la bondad sugire una mayor profundidad filosófica que la del monoteísmo.

La faz piadosa de Hades se hacía extensiva a su pareja: Perséfone, implacable, vigilante de los trabajos forzados a los que sometía a los réprobos, pero amable y permisiva en su contacto con los hombres, por los que se dejaba poseer con desenfrenada alegría.

La etimología Hades es dudosa. Muchos coinciden en que su nombre proviene de la palabra griega Ἀΐδης (Aides), cuyo significado sería "el ciego", aunque literalmente debería traducirse como  "El que no ve".

Con la inefable sabiduría que caracteriza a los mitos griegos, éstos imaginaron que Hades era hijo de Cronos (el Tiempo), y los latinos lo identificaron con Plutón, de rango análogo, horroroso e inestable, que para no ofenderlo con epítetos oscuros se lo llamaba cándidamente "el dispensador de bienes".

Los talmudistas más audaces hicieron a Hades responsable del gobierno y administración del Sheol, vago infierno donde los muertos pierden la conciencia y la capacidad de actuar pero no los recuerdos.

En este contexto, la eternidad se convierte en el peor casitigo inimaginable: una memoria de la vida que sigue mostrándonos, con macabra precisión, las oportunidades que derrochamos, por cobardía o languidez, mientras una procesión interminable de sombras fatigan a Hades con estériles lamentos.

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