Me diste a luz un triste y frío invierno
después de un largo y negro anochecer,
yo no era yo y el mundo no era nada,
fuiste el mañana surgiendo del ayer.
En mi desierto amaneció un oasis,
en mi barbecho floreció un vergel
y mi trastero se llenó de rosas
rosas de fuego, labios de mujer.
De ti aprendí que Dios es todo nuestro
crecí a tu lado y me hice un hombre en ti
aprendí a amar bebiendo de tu boca,
mi tiempo empieza cuando te conocí.
Es largo el cauce y fiera la corriente.
el vendaval parece no amainar,
no hay nada en mí que en ti no esté presente,
un río soy, si quieres ser mi mar.
Y cuando el sol se acueste en nuestras aguas
y nos eleve hacia la eternidad
seremos lluvia sobre la tierra ardiente
para brotar en otro manantial.
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