Muchas cosas nos desvían en esta vida para ponernos una venda y esconder la belleza. Las preocupaciones, los problemas económicos o las enfermedades, hacen que la vida pase ante nosotros como si estuviéramos viendo una película aburrida con los ojos semicerrados... y sin darnos cuenta, estamos llegando a los títulos del final y empezamos a entender, que la vida pasó ante nosotros sin contemplar su belleza...
Ayer hablaba con un hombre que no conocía de nada y me hizo recordar la importancia que tiene sentir cada momento de nuestra existencia, no solo quemar los minutos días o meses sin darnos cuenta de la belleza que nos rodea en cada momento, sentir lo maravilloso que es respirar, reír, oler el campo, las flores o mirar un atardecer, la sonrisa de un anciano, la calidez de un beso de adolescentes o la ternura de un padre con su hijo en los brazos...también hay gritos, malos gestos y algo más, pero tenemos el mecanismo y la voluntad de poner los filtros necesarios para que no nos llegue lo que no queremos...
En la larga y estimulante conversación que tuvimos, hablamos de libros, poesía y cine, me recordó la película, ¡Que bello es vivir¡, en seguida se me vino a la mente la escena en la que al padre dentro del campo de concentración, se lo llevan cuatro soldados detenido a un barracón de castigo y el para hacer reír a su hijo, se pone a desfilar entre los soldados, el hijo también preso, lo mira sonriendo y yo sonreí en esa escena, pero con un gran nudo en la garganta....
El domingo estuve dando una vuelta por la cartuja en autobús y de nuevo recordé la conversación al notar en mi interior la belleza que me rodeaba cuando vi con otros ojos el paisaje, a las personas y al mismo sol de Sevilla, me dí cuenta de los días que he perdido en la vida por no tener los ojos del alma abierto, que es la única forma de contemplar lo bello que es vivir...
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