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A mis sentimientos



Detrás de la vieja 
a la que quiero tanto,
yo tuve también
otra madre primera,
la misma mujer
con el vientre más ancho,
el pelo más blanco,
la arruga más bella.

Detrás de la vieja
y delante del niño,
oía la eterna canción
de otra generación
más sencilla y humana,

el pan presidía el mantel
con olor a mujer
con corona de trigo,

el horno tostaba el amor
y llegaba el calor
a los pies de la cama.

La mujer, la última mujer,
y la primera del último siglo,
con el que se fue,
una tarde vencida,
como la marea,
dejando encendida
la luz de la vida
que siempre camina
delante del pie.

y el corazón infinito
que llevo conmigo
colgando a la espalda
como un ángel de la guarda,
que no me deja caer.

Una madre es la que te pare,
y en su pecho te amamanta,
la que aleja de ti los males
y los demonios espanta.

la que te lava las heridas,
la que vigila tu alcoba,
la que te devuelve la vida
cuando alguien te la roba.

Pero también fue tu madre
la que, a la luz de la luna,
con su ternura implacable,
meció tu cuerpo y tu cuna,
y aunque con tu juventud
el mundo se le hizo tarde
nunca pudo abandonarte
ni la abandonaste tú.

porque madre fue también
la que te guardó el secreto
del primer cigarro aquel
y de aquel amor primero.

Que madre hay más de una
y no es la madre de Dios,
que contando a mi abuela ya tengo dos
y las dos me dan siempre el mismo consuelo.

Que contando a mi abuela
tuve una madre en la tierra
y la otra en el cielo.

Una letra para tu madre, 
o lo que es lo mismo, mi abuela.



















Con mi letra os dejo


Yo parto de una estrella,
de una estrella que es
¡Libertad !
Y soy parte de esa querella
que brilla en la oscuridad.

Yo soy la que fomento
mi inspiración hecha lira
cuando mi alma delira
con voz de mi pensamiento.
Pero soy tan solo una herida
que goza con sufrimiento.

Yo soy, la gran tormenta
que se desata con trueno
y me arrebata la conciencia
el estruendo que  barreno,
cuando mi alma acrecienta.

Yo parto de ese gran fragor
que en la mar se va formando
y se vuelve una ola de calor
cuando me arrastra rimando.

Yo soy, un sol apagado
pero que guarda amador
el brillo que le fue otorgado.
Yo parto de una condena
y de ella, no puedo salir,
porque es mi boca cárdena
la que se encarcela por decir.

Cuando real es la pena
más me arraigo por vivir.
Yo soy el descontento,
y soy la alegre dulzura
que cambia con desconcierto
cuando la poesía es pura.

Soy la gitana en portento
que cava su sepultura.
Tan solo soy una parte
de éste mundo y su pensar,
más soy el alto baluarte
de mi voz hecha cantar.
Tan solo soy el arte
de mi sombrío caminar.

d.a.

Cuando miro tus ojos...

Cuando miro tus ojos como miran,
con esa placidez que me subyuga,
parece algunas veces que suspiran
por algo en el espacio que se fuga.

Parece que quisieran ser un rayo
que cruza por el éter desde el cielo,
o ser como la queja de un desmayo
que vuela tras la huella de un anhelo.

Te miro con amor embelesado,
buscando en vano lo que ven tus ojos,
y luego silencioso, muy callado
abogo porque logres tus antojos.

Quisiera que tus sueños, tus desvelos,
tus ansias de querer a quien te quiere,
dejaran ya por fin de ser anhelos
y fueran realidad que nunca muere.

Si nada puedo hacer queriendo hacerlo,
por que alcances la dicha que mereces,
haciendo que tan solo por quererlo
mis horas de indolencia desvaneces.

Si tuviera algo digno, que valiera,
a tus plantas, mujer, ofrecería
pero tengo tan solo mi quimera,
mi pobreza y mi loca fantasía.

Guardo un algo, quizás que había ocultado
por que tiene menor cotización
decrépito, luctuoso y lacerado
le llamo a esa piltrafa corazón.
A duras penas su labor realiza
callando sus angustias noche y día,
a veces en las noches agoniza
y logra renacer durante el día.

Ya tiene a quien sonar en la noche
ya tiene en quien pensar durante el día,
tiene a quien brindar este derroche
de frases que pretenden su poesía.

Tú le inspiras, le colmas, le confortas
con tu efigie de forma angelical,
y en la forma sutil con que te portas
la bondad le antepones a su mal.

Tú, tan buena, tan casta, tan honesta
tan hermosa y tan llena de atracción
a mis dudas propones la respuesta
dejando complacida mi razón.

Si nada tengo de ofrecerte digno,
permite al menos que te de mi ser
que amarte siempre me ordenó mi signo
aunque fuera el amarte padecer.

Si acaso alguna vez necesitaras
destruirte tu falsa soledad,
bastaría nada más con que llamaras
al que te ama callando su ansiedad.




Mario Garrido Lecona


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