La diosa de mi alborada...



 Qué feliz ángelus mío
 cuando la luna asomaba,
 al sentir tu voz tan tierna
 y  el candor de tus palabras,
 entonces alcé mis ojos
 y vi nacer la alborada,
 y en ella nació una diosa
 la más bella de las damas.
  
 Tú eres mi ángel  celeste,
 la cumbre de mis montañas,
 la nebulosa florida
 y mi Afrodita del alma.
  
 Cuánto yo pues te   daría
 por besar tus trenzas largas,
 y tus manitas de avena
 y a tu boca inmaculada,
 y a tus retinas de lirio
 y cuello de espuma blanca,
 tus pechos de leche y miel
 que son mis uvas y parras,
 mas tu ombligo de zafiro
 y tu pubis de esmeralda,
 con tus muslos de canela
 que a mis pupilas embriagan,
 y a mis manos las enreda
 porque son de seda y plata,
 y encienden mis cordilleras
 y nunca me las apagas,
 y yo quiero que tu sepas
 que me quemas las entrañas,
 por la luz de tus pupilas
 por las uvas de tu para,
 por esos cabellos tuyos
 para embelesar mi cara,
 con mis labios y mis dedos
 y todas las mis membranas.





 Cuántos cielos te daría,
 cuantos mundos y galaxias
 por un solo beso tuyo,
 con pasión enamorada
 brillando tus lindos ojos,
 como la luna del alba
 luego fundir nuestras bocas,
 en las taciturnas playas
 dormirte bajo la sombras,
 donde el silencio se calla
 y encima de tus columnas,
 donde los besos se ensalzan
 y la pasión se desboca,
 en dulces y sabrosas llamas
 y rompe el grito fecundo,
 sobre la cueva volcánica
 y tú te quedas tan quieta,
 al sentir la bocanada
 dentro de tu mausoleo,
 y tu deseo se acaba
 dándome un dulce besote,
 por ponerte enajenada
 y dejarte satisfecha,
 por la jubilosa danza
 que tu galán encendido,
 quedando muerto y rendido
 con la más hermosa dama,
 de todos los hemisferios,
 y de todas las galaxias,
 la bella hurí de mi vida,
 en mi pecho idolatrada
 y en mi espíritu querida,
 y esculpida en mi alma
 como la bella “Afrodita”,
 la perfecta de las damas.

 Adiós amada mía,
 adiós perla dorada,
 ven pronto a verme un día
 porque el vivir se aparca,
 y jamás podremos vernos
 porque la vida se acaba,
 y jamás serás la diosa
 de nuestra dulce alborada.

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