Un hermoso soneto de Espronceda.

Fresca, lozana, pura y olorosa,
gala y adorno del prensil florido,
gallarda puesta sobre el ramo erguido,
fragancia esparce la naciente rosa.

Mas si el ardiente sol lumbre enojosa
vibra, del can en llamas encendido,
el dulce aroma y el color perdido,
sus hojas lleva el aura presurosa.

Así brilló un momento mi ventura
en alas del amor, y hermosa nube
fingí tal vez de gloria y de alegría.

Mas, ay, que el bien troncóse en amargura,
y deshojada por los aires sube
la dulce flor de la esperanza mía.

A partir de la muerte del rey, Espronceda se dedicó a la política y al periodismo. Se enroló en la Milicia Nacional llegando a ser primer teniente de la Compañía de Cazadores de Madrid. En 1834 ingresa en la Guardia Real, pero Cea Bermúdez lo aleja de Madrid, temiendo sus inclinaciones de liberal exaltado, y le destina a Cuéllar, donde comienza a escribir su novela histórica Sancho Saldaña o el castellano de Cuéllar. Para saber más pulse aquí.

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