Tengo una vista privilegiada desde mi casa, me rodea una hermosa vegetación y solo a doscientos metros tengo la gran autopista y a escasos cincuenta metros una vía del tren que hace las delicias de mis oídos cuando pasa con su característico sonido que me transporta a mi niñez, en mi pueblo donde me pasaba horas en un paso a nivel para verlos pasar y saludar a los viajero con la mano...aunque en estos modernos trenes no consigo ver a los viajeros, su velocidad es endiablada y esas ventanas tintadas me impide verlos, pero aún así los veo con los ojos de mi niñez...
La vida me parece maravillosa y disfruto de cada minuto del día. los pájaros son mi pasión y no me canso de contemplarlos y cuando nacen a cada uno de ellos le pongo un nombre. Hay diferentes animales pequeños, como culebras cada cual mas hermosa con bellos colores y su piel brillante. De vez en cuando se me acercan familias de ratas que evidentemente huyen de la polución de la ciudad.
Me resulta una vida idílica en comparación con esa otra que llevaba cuando tenía mis negocios mi mercedes 500 y estaba rodeado de todos esos aparatos de los que nos hacen sentir son imprescindibles para vivir y hacerle creer a uno un verdadero triunfador.
Ahora carezco de todo eso, pero también he dejado atrás las depresiones producida por el estrés de los negocios de construcción, cuando al final de mes, no habían conseguido mis empleados hacer el suficiente trabajo para presentar una certificación y el banco no me pagaba y tenía que buscar como fuera dinero para que sus familias no se quedaran sin comer. Ya no necesito píldoras para dormir...
Hoy me he despertado muy temprano, el dolor de estomago no me dejaba y con ansias salí del puente
para mirar hacia arriba por si estaba esa viejita que cada día me echa una bolsa con pan y mantequilla y una botella de agua...en una ocasión estuve en su casa, una chabola de lata a poco mas de quinientos metros. Cada mañana cruzaba la autopista y pedía algo de comer en las tiendas o en las monjas, como yo tenia artritis por la humedad del puente, a penas podía andar y ella cada día se acordaba de mi...
Se lo agradecí como cada día tirándole un beso y como cada dia ella me correspondía sonriendo con otro. Disfruté con mi pan con mantequilla como si fuera el mejor de los manjares de la tierra, la vida me sonreía y mis pequeños acompañantes parecían sonreír también cuando les llagaba unas miguitas.
A veces recordaba las conversaciones con personas que pobres de ellas se quejaban de lo desgraciada que era su vida. Yo recordaba esos documentales de los campos de refugiados en las zonas de guerras o esos niños muriendo desnutridos en Africa. No es un consuelo el pensar que otros están peor, pero creo que así nos sentimos menos infelices. ¡los hay peores¡...
Dejé mis pensamientos para deleitarme con la belleza de mi particular vivienda y mis acompañantes hasta que empezó a oscurecer y de nuevo mi estomago me recordaba que tenia que aliviarlo con algo, no paso mucho tiempo hasta que escuchara de nuevo la voz de la viejita llamandome, como en la mañana me tiró una bolsa con pan y mantequilla, pero ahora venia acompañado de tres rodajas de mortadela con lo que me dí un gran festín para dormir satisfecho pensando en lo maravillosa que es la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario