Al Marqués de Ayamonte.
Alta esperanza, gloria del estado,
No sólo de Ayamonte mas de España,
Si quien me da su lira no me engaña,
A más os tiene el cielo destinado.
De vuestra Fama oirá el clarín dorado,
Émulo ya del Sol, cuanto el mar baña;
Que trompas hasta aquí han sido de caña
Las que memorias han solicitado.
Alma al tiempo dará, vida a la historia
Vuestro nombre inmortal ¡oh digno esposo
De beldad soberana y peregrina!
Corónense estos muros ya de gloria,
Que serán cuna y nido generoso
De sucesión real, si no divina.
A cierta dama...
Mientras Corinto, en lágrimas deshecho,
La sangre de su pecho vierte en vano,
Vende Lice a un decrépito indïano
Por cient escudos la mitad del lecho.
¿Quién, pues, se maravilla deste hecho,
Sabiendo que halla ya paso más llano,
La bolsa abierta, el rico pelicano,
Que el pelícano pobre, abierto el pecho?
Interés, ojos de oro como gato,
Y gato de doblones, no Amor ciego,
Que leña y plumas gasta, cient arpones
Le flechó de la aljaba de un talego.
¿Qué Tremecén no desmantela un trato,
Arrimándole al trato cien cañones?
Aunque en sus obras iniciales ya encontramos el típico conceptismo del barroco, Góngora, cuyo talante era el de un esteta descontentadizo («el mayor fiscal de mis obras soy yo», solía decir), quedó inconforme y decidió intentar según sus propias palabras «hacer algo no para muchos» e intensificar aún más la retórica...para saber más pulse aquí.
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